Bahía de Courrier (Madagascar)

Buscamos siempre lugares nuevos, poco explotados turísticamente para poder encontrar peces ingenuos, no maleados por lluvias de jigs y estruendosos poppers. Estos sitios implican viajes largos e incómodos. Con riesgo en las conexiones aéreas y en las condiciones meteorológicas por querer ir hasta lugares extremos, perdidos en el mapa. Así es como llegamos a una remota playa al sur de cabo Ambre, en la costa Oeste del Norte de Madagascar tras un vuelo interno, siete horas en vehículo 4×4, noche en Diego Suárez y madrugón para viajar otras dos horas por camino dificultoso.

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Lejos de la civilización, lejos de hospitales, sin aeropuertos cercanos… Todos estos condicionantes nos llevan a extremar las precauciones para evitar accidentes de pesca. Una caída, una mordedura o clavarnos un anzuelo de jigging puede ser un gran problema en estos lugares.

Al llegar, un paisaje idílico nos recibe. Las autóctonas Bismarkianas, imponentes y poderosas pintan de azul verdoso el horizonte. Las penurias se han acabado, el jet lag se diluye nadando en las aguas esmeraldas de Courrier. Por fin, respiro tranquilo. Hemos llegado y hemos llegado bien. Empieza la aventura planificada muchos meses antes.

La zona de Diego Suárez tiene dos temporadas de pesca marcadas por los vientos locales. Abril y mayo, al Oeste de cabo Ambre y, de noviembre a febrero al Este, en la bahía de Diego Suárez. Ambas zonas son inmensas, inacabables en términos de pesca.

Nuestro viaje en mayo condicionó la pesca al Oeste, entre Ambre y cabo San Sébastien. Cientos de millas con arrecifes, bancos, islas, un sinfín de posibilidades para la práctica del jigging y el top water.

Cargamos nuestros enseres en una consola central de 8 m y, tras veinte minutos, llegamos a nuestra base. Un precioso catamarán que será nuestro hotel en medio del mar. La solución elegida es perfecta. Comodidad y proximidad a los mejores spots de pesca, pudiendo estar pescando al alba y hasta la puesta del sol. Con recorridos en lancha rápida muy cortos. Ésta es la ventaja de un soporte tipo catamarán que sigue nuestra ruta y permite explorar muchas más zonas en seis días de pesca.

El confort y el nivel de restauración fueron inmejorables. Nuestra base estratégica en las playas alrededor del Cabo San Sébastien nos permitía cada día desplazarnos, únicamente unas veinte millas, para estar en los mejores spots. La cercanía nos facilitaba poder quedarnos pescando hasta el atardecer, la mejor hora para practicar jigging. Ha sido uno de los viajes más cómodos, pues que te vaya siguiendo “el hotel flotante” cada día, acorta los largos trayectos en busca del spot de pesca y se convierte en un placentero paseo.

 

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Empieza la pesca

El primer día de pesca se cubrió visitando diferentes arrecifes cercanos. Varias bajadas de jig y, si no habían picadas, cambiábamos de lugar. Si picaban, insistíamos. Probábamos fondos de 35 a 120 m para tentar a los más grandes. Todavía llevábamos acumulado el cansancio del viaje, y eso se notaba en los remontes desde los 100 m. Hacíamos ascensos demasiado lentos que no eran productivos. Se precisaba más velocidad de nuestro jig y a esas profundidades y con trenzados de 112 lb era tarea complicada. Debido a ello, decidimos pasarnos a popping en fondos recifales de unos 20 a 10 m. Parecía increíble, pero en la bahía de Courrier a veinte millas de la costa tienes fondos de 15 m. Esto ofrece unas posibilidades infinitas para la modalidad de top wáter. Puedes lanzar el popper en una extensa área de arrecifes, con lo que las posibilidades de picada aumentan muchísimo. Y así fue. Las picadas de hermosos GTs se combinaban con sus primos, los bluefin. El mar hervía de pequeños peces pasto que rompían el silencio del atardecer con sus escapadas y concentraciones tras los ataques de los carángidos. Tras hora y media de alta tensión lanzando a los grupos de peces acorralados decidimos regresar al catamarán. Nos esperaba la primera noche a bordo. La bienvenida de la tripulación fue muy cordial. Nuestros enseres ya estaban colocados en cada habitación. Camarote y aseo individual, todo un lujo en viajes de esta índole.

La organización local, Emeraude Fishing, tiene larga experiencia en este tipo de viajes “live aboard” y conoce como nadie las posibilidades de pesca en la zona de la bahía del Courrier. Sin su apoyo y logística es imposible acceder a estas remotas áreas del Norte de Madagascar.

Como imaginábamos, la primera noche fue el antídoto a las más de 24 horas de viaje. Pudimos descansar plácidamente fondeados en una ensenada paradisíaca con cobertura total de los vientos imperantes en la zona. El despertador sonaba cada día a las 6.00 h y, en media hora, ya estábamos navegando por encima de los veinte nudos al nuevo spot de pesca.

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Banc Intermédiaire, gran variedad

El segundo día, y tras ver nuestro nivel, el guía nos propuso un destino especial. “Banc Intermédiaire” a unas 25 millas de la costa surge un banco rocoso que asciende desde más de doscientos metros a tan sólo 30 m de profundidad. Imán eléctrico para los peces pelágicos de la zona. En estos bancos habitan multitud de peces cebo para los grandes GTs, atunes diente de perro, meros y tiburones. El nerviosismo nos acompañó durante la corta travesía. Pensando en la gran picada que doblegaría nuestras cañas hasta la borda de nuestra consola. En este viaje llevábamos buen armamento, las nuevas cañas Strikke Tuna de jigging, con poderoso blank para trenzados de 130 lb con anillas Fuji SIC, las mejores para aguantar la fricción de esta línea tan poderosa. Nuestras Seven Seas Atomic Sword y Northern Mariana hicieron salivar a nuestro guía. Buen conocedor del buen material supo apreciar como nadie la variedad y calidad de material portado hasta allí. Para recoger nuestra línea confiamos, como siempre, en nuestros Saltiga Expedition 6500. Verdaderos tornos tractores que levantan cualquier pieza del fondo. Sólo depende de nuestra forma física pues ellos pueden con todo.

Bastaron un par de lances del jig para tener la primera picada fuerte, combate corto y rotura de línea. A 90 metros en el fondo, sólo un gran mero puede ser el causante de semejante rotura. El guía posicionaba la barca a 120 m para que la deriva nos llevase hasta los 30. Hoy sí podíamos con los 100 m, dándole la velocidad y ritmo adecuado a nuestros jigs de 270 grs. Y la prueba eran las innumerables picadas que sufríamos. Si he dicho bien, sufríamos. Porque bajo 30ºC los combates a esas profundidades son duros y largos. La lentitud en la recuperación de la presa llevaba a sacar la mitad de ella. Pez atrapado y subiendo lentamente entre dos aguas es el reclamo perfecto para los tiburones que patrullan el arrecife. Y así ocurrió. Perdimos bastantes piezas por mordedura de tiburón. Muerden la presa y arrancan hacia lo profundo. Nuestro Saltiga chirría, se lamenta a cada metro de trenzado que escupe hacia el azul. Y normalmente se acaba cortando la línea por roce con la piel de lija del seláceo. Normalmente son combates frustrados, donde nunca vemos la cara del culpable. Pero que buenos son, cómo descienden verticalmente al fondo, con arrancadas infinitas, con pausas que nos llevan a pensar que esta vencido. Y nos equivocamos .Y cuando creemos que va a claudicar, se toma un descanso y vuelve arrancar de nuevo para ya no volver a verlo más. Como recuerdo nos deja un bajo hecho trizas, raspado y con más vueltas que el espiral de Durero.

El día en “Banc Intermédiaire” se saldó con una gran variedad de presas. Tiburones, job fish, meros diversos, variolas, giant trevally, dorados, carpas rojas, rossy, etc. Todo el potencial del arrecife sucumbió a nuestros jigs. Esta vez funcionaron muy bien los jigs Patriot de 220 a 250 grs. Modelos Blast Edge y Cyber Edge, colores plata y sardina. Los fondos visitados respetaron mucho nuestras líneas y señuelos. No recuerdo haber enganchado con el fondo y perdido material o línea de trenzado. Extraño, en comparación con otros viajes y pérdidas continuas de líneas y bajos por causa de los corales que cubren estos fondos malgaches. El regreso a nuestro hotel flotante estuvo lleno de anécdotas y especulaciones sobre el tamaño de los peces perdidos, lo normal entre pescadores. Siempre se escapan los más grandes.

Esta misma tarde decidimos acercarnos con la zodiac a un pequeño poblado de pescadores locales. Buceadores en busca de abalones y pescadores de anzuelo. Todos ellos guardaban las capturas que al final, según dijeron, iban a parar al mercado asiático. Nosotros fuimos más directos y regresamos al catamarán con tres langostas y varios calamares frescos acabados de pescar. El capitán esperaba con una barbacoa de carbón que fue ideal para preparar una cena fantástica en medio de la bahía de Courrier. No se puede pedir más.

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Más pesca

De nuevo las 6.00 h. Como en la canción, la musculatura dolorida no nos deja levantar, pero ya huele a café y algún resorte mágico nos hace saltar de la cama, equiparnos con nuestra ropa técnica Pelagic de nuestros amigos de AZ Trading y salir a sentir el frescor de la brisa, hoy caliente porque viene de tierra adentro.

El humo de los fuerabordas de nuestra consola central mezclado con las tostadas nos indica que es hora de partir a trabajar. A trabajar el jig durante horas. Creo que no existe pesca más meritoria que el jigging. Es la modalidad que precisa mayor esfuerzo por captura conseguida. Es sólo para unos pocos. Nunca será para una modalidad de masas. “La mente es blanda y la carnada siempre está disponible cual pecado capital intentando convencer al débil pescador de pasarse al lado oscuro”.

Hoy empezamos haciendo popping en la misma playa con 12 m de profundidad, donde el primer día llegamos al éxtasis. No sólo por las picadas, sino por el entorno. Una mar en calma. Mancha de aceite sólo perturbada por grupos de arenques apretujados, ruidosos, intentando zafarse del ataque de las bestias que nadaban en el fondo. De poco les servía esta técnica de agrupación a los clupeidos. Minuto tras minuto eran mermados en número hasta el umbral que no compensa el esfuerzo de la persecución en comparación con las proteínas conseguidas con la ingesta. Los depredadores saben cuando han de parar de gastar energía. Con esta competencia es más difícil que se fijen en nuestro popper. Pero lo conseguimos varias veces y tuvimos buenos combates. En un lance, un Hammer Head de 145 g tocó el agua y, al instante, unas fauces se lo tragaron con tan mala fortuna que se cerraron sobre el plomo de la base rompiendo la guía de acero interior. Atónitos vimos el popper de madera de ciprés japonés flotando en el agua. “El GT se ha llevado el triple” –exclamó el guía–. Posiblemente era el récord del viaje. Lo de antes, siempre se escapan los más grandes.

Los días restantes siguieron con la misma tónica. El catamarán movía poco su posición, pues estábamos en el centro de una gran área de pesca y nos era más fácil desplazarnos siempre desde el mismo lugar con la lancha rápida. Cada singladura era un bello paseo entre islas y playas paradisíacas. Rocas de un colorido rojizo y una vegetación exuberante. Tuvimos periodos de buena actividad y otros que harían desertar de la pesca con artificiales a más de uno. Pero el conjunto de la experiencia podemos definirla de EXCELENTE. Buena pesca, tripulación de apoyo amable y profesional, barco y catamarán impecables. No se puede pedir más. Bueno si, volver en diciembre 2016 a la bahía de Diego Suárez y alcanzar el mítico Cap D’Ambre, el Norte más lejano de esta isla tan especial.

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