Tras el rey de la plata

Cuando uno ya ha realizado varios viajes de pesca, no sólo le basta obtener varios peces, sino que busca un objetivo determinado. En esta ocasión, el objetivo era el “rey de plata”, el tarpón. Elegido el objetivo, el siguiente cometido era buscar el destino ideal para la captura del mismo. Disponíamos, como fechas septiembre y octubre para poder viajar y, el destino que más nos convenció, resultó ser Manzanillo, en Costa Rica.

Por Leopoldo Zapata

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Cuando uno se documenta acerca de Costa Rica y la pesca del tarpón, todos los datos le llevan a la zona de Tortuguero, muchos lofts de pesca para el tarpón y otras especies están situados por esa zona. Pero también podemos encontrar otra, no tan conocida tal vez como Tortuguero, es Manzanillo, una localidad que queda a cuatro horas de viaje en autobús desde San José, capital de Costa Rica y, a unos poco kilómetros de la frontera con Panamá. Ambos países están divididos por un río, el Sixaola, que es un buenísimo para pescar tarpón. En su desembocadura viven una buena población de tarpones, Jack Crevalle y róbalo, residentes todo el año y en los meses de septiembre y octubre se suman los tarpones migratorios.

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Los tarpones como las demás especies, se aprovechan del rico alimento que ofrece la mezcla de agua dulce con la de mar y es allí donde se les busca para pescarlos. La distancia desde Manzanillo a la desembocadura del río Sixaola es de unos 20 minutos navegando a unos 15 nudos. Eso fue una de las cosas que más me agradó a la hora de elegir destino, porque conforme salíamos al poco tiempo estábamos pescando. Eso y la poca cantidad de personas que iban a por tarpones allí. También como siempre viajo con mi mujer, solemos buscar destinos que sean buenos destinos de pesca con un buen sitio para hacer turismo. A todo esto acompañaba que allí es temporada baja y el precio de los hoteles y el avión para volar a Costa Rica era mucho más económico que en otras fechas del año, y para colmo era la mejor época para la pesca del tarpón.

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De San José a Manzanillo y la elección del patrón

El traslado desde San José, capital de Costa Rica, a Manzanillo se puede hacer de varias maneras. Nosotros lo hicimos en autobús, que es un viaje de unas cuatro horas y media y que sale muy económico por persona, unos once dólares. También existe la opción de viajar en avión pero hasta Limón, una localidad que queda a una hora en autobús hasta Manzanillo, opción bastante más cara que la que nosotros elegimos.

Una vez allí, se tienen muchas opciones para encontrar alojamiento, de todo tipo de precios, en varias localidades que son muy cercanas, Puerto Viejo, Cocles, Playa Chiquita, Punta Uva y Manzanillo.

Puerto Viejo es un pueblo situado a unos 15 km de Manzanillo, sitio muy conocido por surferos y el municipio más grande de la zona. El único inconveniente es la distancia a Manzanillo, que es desde donde yo salía a pescar, que no será ningún problema si alquilamos un coche como hicimos nosotros nada más llegar el primer día y también vale para los días que no se está de pesca hacer turismo por la zona y conocer sus magníficas playas y el refugio nacional de vida silvestre Gandoca-Manzanillo situado en esta zona.

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Una vez localizado todo lo anterior, había que encontrar lo que para mí es lo más importante del viaje, el patrón. Busqué información y encontré un loft de pesca, que me pareció bastante caro, por el tipo de embarcación que se utiliza en esta pesca. La estancia allí, comparada con los hoteles, sale cara.

Mirando en unos foros de pesca, pude localizar el nombre de un patrón. Con un par de llamadas, tuve la suerte de poder localizarlo y hablar con él.

Por lo comentado con él y por lo contado por los argentinos, decidí que sería mi patrón para los cuatro días de pesca.

Guacho, el patrón del barco, es nativo de la zona, lleva toda su vida pescando por Manzanillo y buceando para capturar langostas. Tiene una embarcación de 7-8 m de eslora con un Yamaha de 115 CV, todo abierto, ideal para la pesca del tarpón, bien sea a mosca o spinning.

 

La salida de pesca

El día anterior a la salida de pesca quedé con Guacho para concretar horarios y todos los aspectos referentes a este menester.

En la primera jornada salimos a las 5.00 h de Manzanillo, dirección a la desembocadura del río Sixaola. Ya una vez allí, me di cuenta de que con todo lo que había recopilado de información no iba muy bien encaminado. Los bucktail jigs que había comprado para el viaje eran demasiado grandes para la pesca, eran de 98 gramos. Funcionan muy bien para los Jack Crevalle y para el róbalo, pero para el tarpón, según Guacho, eran muy grandes.

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El tarpón es un pez que está acostumbrado a comer en la desembocadura del río pequeñas gambas, peces pequeños, cangrejos… La mayor parte de su alimento son cosas pequeñas, por eso, había que intentar engañarlo con señuelos pequeños. Guacho, el capitán, estaba bien preparado, tenía todo tipo de muestras y también bucktail jigs más pequeños, que me dejaba sin ningún problema y decía que era lo mejor para pescarlos a spinning. Así empezó la pesca. Quien suscribe lo intentaba a spinning y él echaba una caña con un vinilo verde pequeño que lo dejaba al garete, y el resto lo hacía la corriente. Yo recogía mi caña con tirones muy despacio porque, según Guacho el tarpón no requiere rapidez. Las primeras picadas no se hicieron esperar.

 

Los Jack Crevalle empezaron a demostrar todo su poderío, peces que oscilaban entre los 5 y 12 kg de peso eran unos dignos adversarios, piezas bastante potentes para su peso. El tarpón se dejó ver durante todo el día. Se veían saltar, alguna cabeza salía a respirar, alguna aleta… pero nada, no querían atacar a nuestros señuelos. Ya a las 15.30 h, después de diez horas y media de pesca, bastante castigados por el sol y por los Jack Crevalle decidimos dar por concluido nuestro primer día de pesca.

Antes de marcharnos, preguntamos al único barco que nos acompañó durante ese día y nos dijeron que no habían tenido ninguna captura de tarpón, pero que el día anterior los dos pescadores del barco, dos americanos que pescaban a mosca, habían obtenido tres ejemplares. Así que me marché bastante cansado pero con ilusión de que la suerte cambiaría el segundo.

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Segundo jornada, más de lo mismo

Cambiamos la hora de salida porque el primer día a primera hora no hubo mucha actividad. De modo que salimos más tarde para poder pescar a última hora que también se suponía que era un buen momento.

Ese día salimos a las 8.00 h. Otra vez hacia la misma dirección, mismo sitio de pesca, la desembocadura del río Sixaola. Al llegar a la zona de pesca, descubrimos que había bastantes más embarcaciones que el día anterior. De esta forma, el capitán optó por cambiar y comenzar a pescar por las playas que había antes de llegar a la desembocadura y pasada la misma.

Los Jack Crevalle “estaban como el arroz”, expresión que utilizaba el capitán y la gente de Manzanillo para decir que había muchos. En este segundo día también tuvimos muchas capturas de este pez, pero la verdad es que mi ilusión era otra. El tarpón no daba señales de vida, ni se dejaba ver en esta ocasión. No sé si era por el número de embarcaciones que se hallaban o porque tal vez había menos presencia de ejemplares por la zona. Por la tarde, optamos por cambiar de técnica y probar con unos Rapala pequeños a ver si así cambiaba un poco nuestra suerte y si querían atacar ese tipo de señuelo. Pero tuvimos la misma suerte del día anterior y, en esa día conseguimos algunos Jack Crevalle más.

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El capitán, desilusionado como yo, se sorprendía que después de dos días de pesca, no hubiéramos obtenido ninguna picada. Lo que no significa captura, ya que muchísimas veces cuando el tarpón ataca el señuelo en los primeros saltos suele desprenderse de él. Ya a las 17 h decidimos volver hacia Manzanillo.

Al día siguiente nos lo tomamos de descanso para hacer turismo y conocer mejor la zona en la que nos encontrábamos y descansar el cuerpo que lo teníamos bastante castigado de los dos días anteriores de pesca. Un descanso que la verdad nos vino bastante bien para recuperar el cuerpo y la mente, ya que estaba empezando a imaginar cosas que no quería imaginar (ninguna captura de tarpón).

 

A la tercera va la vencida

El tercer día de pesca volvimos a salir a las 5.00 h, viendo que el segundo no nos había resultado mucho mejor salir tarde. Esa mañana navegando hacia el lugar de pesca, estuve hablando con el capitán de su salida anterior que fue con dos mosqueros argentinos de cómo le había ido el día. Me comentó que vieron muchos más tarpones que los días anteriores conmigo pero tampoco habían capturado ninguno, cosa que no me animó mucho.

 

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Una de las cosas que si me hizo mucha ilusión es que ese día mi capitán en lugar de llevar una caña de spinning que solía llevar, llevaba una de mosca y como yo nunca había pescado con ninguna me hacía mucha ilusión que el tarpón tocara en esa caña.

Pescar a mosca en la desembocadura del río Sixaola es mucho mas cómodo que pescar a spinning, ya que con el spinning vas lanzando y recogiendo de diferentes manera pero siempre trabajando la muestra, cosa que a mosca como la corriente te va desplazando mar adentro, lanzas la mosca, le vas dando pelo y cuando la tienes a una distancia considerable cortas la salida del hilo y, ya la corriente y pequeños tirones hacen el resto. Resulta más cómodo y menos cansado.

La mañana empezó como los días anteriores, los Jack Crevalle estaban en la zona como de costumbre atacando a todo lo que se movía, tuvimos varias capturas y todo parecía que iba de la misma manera que en jornadas anteriores. Pero lo bueno de la pesca es que todo puede cambiar en un segundo, tal como sucedió. Eran sobre las 8.00 h, cuando de pronto la caña de mosca dobló de una manera espectacular y una pequeña pero rápida salida de hilo del carrete nos dejó ver un tarpón precioso y bastante grande. Al segundo, otra carrera más grande y otro salto de estos magníficos peces que son espectaculares. Aquí comenzó una batalla que yo jamás pensé que iba a ser tan y tan dura.

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El tarpón lo primero que hizo fue coger dirección al río Sixaola lo que me dejó algo preocupado. El capitán me dijo que no había problema que si teníamos que subir río arriba lo haríamos. Al cabo de 20 minutos cambió la dirección y se fue dirección a la playa, otra cosa que quien suscribe no entendía. Guacho me explicó que lo suelen hacer, que si se quedan con poca agua se suelen tumbar en la arena y entonces tendría que bajarme del barco y sacarlo desde la playa. A unos 500 m de la playa el pez por suerte volvió a cambiar su dirección, esta vez para donde el capitán y yo queríamos, mar adentro. Al cabo de una hora lo pude pegar al barco ya cansado e ilusionado pensaba que ya era mío, le dije al capitán que se aproximara a la banda del barco, me miró y sonrió. Me dijo que me lo tomara con tranquilidad, como así fue. Después de una hora para recogerle 300 m de pelo, cuando el tarpón se vio junto al barco, en una carrera volvió a sacar lo mismo que le había recogido en una hora. No daba crédito, todo volvía a empezar de nuevo.

 

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Mi poca práctica con la caña y el carrete de mosca me estaban destrozando la mano, el sol hacía también su trabajo de cansancio, no iba a ser ni mucho menos fácil. A la media hora lo volví a pegar al barco, otra vez la misma historia, todo lo conseguido en ese tiempo se volvía a desvanecer y mi capitán me miraba y volvía a sonreír. Otra media hora para volver a pegarlo, era ya la tercera, ya pensaba y quería que fuera la definitiva porque ya no podía más. En esta huída ya se notaba que el pez iba a rendirse en poco tiempo, como así fue. Después de dos horas y veinte minutos de lucha, con la caña de mosca como nunca podía haber imaginado, tuve la recompensa de la captura de un magnífico tarpón. El capitán me dijo que oscilaba entre 80 o 90 kg, un montón de fotos y objetivo cumplido.

Ya ese día con los brazos y la espalda destrozada decidí dar por terminada la pesca. El objetivo que me había marcado lo había superado con creces y la verdad, entre los Jack crevalle de los dos primeros días y el tarpón del tercero, mi cuerpo no podía más. Unas cervezas para celebrarlo en el restaurante de Maxi y a descansar y disfrutar que nos lo habíamos ganado.

 

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Último día en el mar

Ya el cuarto día de pesca me lo tomé con mucha más calma, le dije al capitán de ir a practicar curricán y hacer un poco de jigging, modalidad que me gusta mucho y aún no había tenido oportunidad de probar. A curricán no tuvimos suerte, a jigging un poco más capturando algún mero pequeño y un par de atunes de aleta amarilla de unos 10 kg que me recordaron cómo me había dejado los brazos el tarpón el día anterior.

Esta jornada, a las 13.00 h decidimos cambiar la pesca, esta vez la estrella iba a ser mi capitán. Nos dijo que cogería alguna langosta para esa noche cenar en su casa, algo que nos gustó mucho a Paloma y a mí y no dudamos en aceptar. Era un maestro, en media hora se hizo con cinco langostas y con esa captura terminó nuestra aventura de pesca.

Nuestro capitán Guacho es un artista, lo sabe hacer todo, sabe ir a pescar tarpón, coge langostas y es cocinero del mejor restaurante de Manzanillo. Por la noche cenamos en su casa las magníficas langostas que cocinó y el atún de aleta amarilla. Todo esto acompañado de unas buenas cervezas Imperial y unas magníficas charlas de los días de pesca vividos.

Los dos últimos días que nos quedaban nos relajamos haciendo turismo por la zona y viendo la capital de Costa Rica, San José, para realizar algunas compras. Manzanillo es un sitio excelente para poder viajar en familia, disfrutar de una magnífica pesca de tarpón y otras especies y, sobre todo, de una maravillosa vegetación y fauna. Difícil de describir con palabras: Pura Vida. Recomendamos el Hotel en Playa Chiquita Shawandha y el capitán Guacho. Tel.: 50684447108