Jigging, pesca muy selectiva para los lábridos

Cuando se tiene la certeza de estar sobre un nutrido grupo de peces activos y de costumbres predadoras, no es difícil concluir que pueden atacar un señuelo. Sólo hay que probar: Y de eso se trata.

Hacer cábalas sobre las intenciones o la voluntad de los peces, o sobre sus reacciones instintivas, no es tarea de los viejos pescadores, que siempre han preferido ir a lo seguro sin perder el tiempo, pero sí de los modernos “spinnermen”, una nueva raza de aficionados que no dudan en lanzar cualquier tipo de señuelo ininterrumpidamente, muchas veces sin ningún tipo de convicción ni ambición.

Por Francisco Carrión

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De hecho, esas pruebas capaces de arriesgar y arruinar los resultados de una jornada de pesca han servido para crear muchas técnicas modernas, y también nuevos diseños de señuelos, montajes y equipos especiales… Y para lanzarse a la mar o a un río a probar no hace falta un mínimo ni un máximo de edad, sólo ilusión, un buen equipo, un poco de tiempo, algo de experiencia y eso sí, mucha fe en los aparejos, en uno mismo y en la respuesta de nuestros antagonistas.

Movimiento y vida

¿Qué sería de la pesca deportiva sin las pruebas? ¿Cuántas horas de tiempo y piezas habrá perdido Laurie Rapala hasta perfeccionar y dotar de vida a sus señuelos? Lanzando al agua un simple trozo de madera revolucionó el mundo de la pesca deportiva, pero claro, era un trozo de madera en movimiento. Y es que la relación entre movimiento y vida es fundamental para que los predadores alardeen de su instinto y pongan en marcha su máquina de guerra, sobre todo en los fondos marinos y muy especialmente en las zonas querenciosas, en las grandes rocas, donde cualquier cosa o animal en movimiento genera unas ondas que son capaces de despertar el instinto agresivo de cualquier predador. Luego podrán mostrarse más o menos cautos o reticentes según su propia envergadura, naturaleza y poderío, pero no hay duda de que siempre estarán interesados.

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En efecto, la vida y el movimiento van comúnmente asociados, aunque a los peces quizás les resulte más fácil comprenderlo alterando el cambio de factores, es decir, ellos entienden que cualquier cosa que sea capaz de moverse es porque tiene vida, y si tiene vida es muy probable que sirva como alimento. Bajo esa lógica lo primero es atacar y morder buscando paralizar o matar a una posible víctima, y seguidamente averiguar la naturaleza y decidir si hay que abandonar y huir, o desmenuzar y tragar. Es la vida lo que está en juego y no hay tiempo para mucho más, puesto que la competencia obliga a dar todos esos pasos en cuestión de segundos, incluso décimas cuando los predadores son tan rápidos como un mero, capaz de pasar desapercibido y dar una succión a distancia y engullir por entero a un pez desorientado que no ha tenido tiempo ni de “ver, ni de oír”… Tan rápidos que sólo a cámara lenta y con aparatos de precisión podemos ver cómo abre la boca, traga y la cierra.

Por mi parte, gracias a mi afición y curiosidad innata, comprendo todas esas situaciones e incluso las provoco, ya que he pasado muchas horas junto al agua haciendo toda clase de pruebas que a veces resultan hasta ridículas, pero ahí están los resultados. Es cierto que ayuda la ventaja de vivir en una zona donde está la mar o el río a una distancia asequible, pero no hay duda de que muchas veces es cuestión de probar con muestras para una clase y categoría de pesca y se pueden forzar a límites extremos, bien por casualidad o por simple capricho. Lo cierto es que probando y probando se adquiere una gran experiencia, y aunque muchas veces se invierten horas y horas sin conseguir una mínima picada o captura, y se pierde gran parte del equipo, los éxitos han sido mayores que los fracasos, sólo que de los fracasos a veces no se habla. Pero ya se sabe que la pesca es así y uno no siempre obtiene peces cuando quiere, sino cuando están y quieren.

El pinto

Hace unos cuantos años que tuve mi primer contacto con un pinto gallego o maragota, ya que muchos autores y biólogos coinciden al afirmar que se trata de la misma especie, siendo imposible buscar una explicación a esos cambios tan importantes de coloración, aún viviendo en bajos fondos y en la misma zona. Unos dicen que las carnes son y saben distinto, pero desde luego la fisonomía y las claves dicotómicas para su identificación hablan de la misma especie, que goza de algunos nombres más, como durdo, aunque este último es una especie propia del Mediterráneo que nada tiene que ver con los verdaderos pintos.

El pinto es el mayor de los lábridos “europeos”, ya que el récord lo ostenta el pez Napoleón, de aguas tropicales, capaz de llegar a los 2,20 metros de longitud y los 200 kilos de peso. Precisamente un Napoleón de unos 15 kilos, pescado en Madagascar a jigging, fue el culpable de que quien suscribe asociara esa técnica con nuestros lábridos Mediterráneos, Atlánticos y Cantábricos.22

Nuestros pintos no son muy grandes, pero cuando pesan entre 3 y 4,5 kilos (raramente más) son todo un trofeo. Son peces de cuerpo alargado y fuerte, de cabeza grande y alta acabada en un hocico largo en el que se encuentra la boca, con labios gruesos, muy duros y carnosos, y numerosos dientes. Tiene escamas de tamaño considerable y forma redondeada. Por lo demás, su color varía mucho dependiendo del hábitat donde los encontremos, y cuando nacen son hembras hasta los dos años, momento en que se convierten en machos en un claro ejemplo de «hermafroditismo protogénico”. Otros muchos peces, como el róbalo o snook, son hermafroditas protándricos, es decir, nacen machos y luego se convierten en hembras.

Por último, es un pez solitario que se alimenta durante el día, y que por lo general se encuentra al lado de su refugio, sobre todo los ejemplares grandes, que se esconden con destreza en las grietas. Se alimenta de pequeños animales y moluscos, los cuales trituran con sus robustos dientes, y tiene la particularidad de construir el nido con algas, donde se desenvuelve de maravilla. Por eso es importante conocer el fondo y saber de antemano que hay grandes rocas, muchas algas y una profundidad de entre 10 y 20 metros. Al margen, muestran un gran interés por consumir gambas, camarones, y cangrejillos de todo tipo, lo que le convierte en un pequeño depredador sujeto a la pesca con cebos artificiales.

El equipo

Ya hemos hablado sobre el tamaño medio de estos peces, comprendido entre uno y tres kilos, siempre y cuando nos fondeemos en una zona alejada del bullicio de la costa, es decir, cuanto menos presionado esté el lugar donde se pesque, mejor. No hay que olvidar que vamos a probar su pesca a jigging, con todas las de la Ley, y que el jigging requiere una acción de pesca en vertical, con una lenta deriva, aunque lo mejor es fondearse cuando las corrientes son fuertes.

Aunque vamos a pescar a jigging no hace falta un equipo demasiado pesado, siendo suficiente un conjunto capaz de lanzar y manejar jigs de entre 30 y 70 gramos, 100 como máximo, aunque el peso dependerá más de la corriente que haya en el momento, que de la profundidad, ya que siempre será escasa. En este sentido no debemos olvidar que no merece la pena arriesgarse a buscarlos en fondos de más de 25 metros, aunque todavía tengan pintos, pero ahí no llega el Sol con la misma intensidad, no crecen las mismas algas, ni hay la misma cantidad y variedad de alimento, y como consecuencia la presencia de pintos es bastante menor.

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Caña: La Shükan Jigging modelo SHJ 682, de 10 libras de potencia, mide 2,03 metros y es de dos tramos (blank + mango o empuñadura), y es especial para señuelos de 40 a 140 gramos. Este modelo es excelente incluso para el spinning, sobre todo a la hora de montar señuelos pesados de medias aguas, fondo o superficie, como los Splasher o las cucharillas ondulantes. También va bien la Sparkle Lightjig, una caña parabólica de acción ligera capaz de lanzar señuelos de 40 a 60 gramos (yo la he forzado a más de 80 gramos) y recuperar con una buena potencia. Mide 1,80 metros y es dos tramos (blank + mango) Lo mejor es su precio y que solo pesa 200 gramos.

Como complemento están los carretes Borax 8007 FD, o el Alpax 8008 FD. Son carretes de alta gama a un precio asequible, con 7 y 8 rodamientos respectivamente, y con todas las novedades de la nueva era (anti twist, anti oscilación, anti retroceso infinito, aro del pick up en titanio, etc). En cuanto al hilo, para el jigging se recomienda montar Dyneema 100%, exactamente el Vertical Special Jigging. Está fabricado en Japón y viene en cinco colores que se repiten cada 10 metros (negro, púrpura, verde, naranja y azul), con una marca blanca a cada metro, y una marca amarilla cada cinco metros, lo que permite un buen control del hilo en uso. Se presenta en bobinas de 300 o 1200 metros, y en diámetros de 0,20, 0,25, 0,35, 0,45 y 0,55 mm. En esta ocasión, valorando la envergadura de los pintos, monté la de 0,20 mm. Por último, un puente de fluorocarbono de dos metros de longitud, el Special Leader, también de Golden Fish, de 0,40 mm de diámetro (entre 10 y 12 kilos de resistencia). Este hilo es de última generación, especial para el montaje de bajos de línea. Está fabricado en Japón con polímero de fluorocarbono 100%, en doble extrusión. Tiene mayor resistencia al nudo (garantizada bajo test diferencial), gran absorción al impacto, gran elasticidad controlada y mayor grado de invisibilidad.

Sobre los jigs hay mucho o poco que hablar, ya que es algo que casi siempre es más capricho del pescador que gusto del pez… Ahora bien, hay que tener muy en cuenta que vamos a desarrollar una pesca de alto riesgo de pérdidas de material, ya que los jigs tienen que montarse con anzuelos triples, al final, y de tamaño modesto con relación a lo habitual, pues los pintos tienen la boca pequeña y los labios son gruesos y carnosos, y se debe recurrir al poder de penetración de los anzuelos pequeños y triples. Podrán comprobar que muchas veces se clavan justamente en los labios.

Teniendo en cuenta esos riesgos usemos los jigs más económicos, buscando que sean medianamente alargados y pesen entre 35 y 70 gramos, no hace falta más. Si en los triples tienen plumas, mejor, y si encuentran tonos claros rosáceos o fosforescentes, darán mejor resultado. Todas las marcas cuentan con su gama media, más económica, por tanto no será complicado encontrar señuelos como los descritos que cuesten entre dos y cuatro euros. Tampoco se pierden tantos… En mi última sesión de pesca, de dos horas intensivas, sólo perdí uno y fue más culpa mía que del destino.

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La pesca

Una vez fondeados en la zona deseada y con el barco ya aproado a la corriente o al viento, se deja caer el jig hasta que toque el fondo e inmediatamente se recupera medio metro de un brusco tirón. Lo primero es hacerse una idea de cómo es el fondo y comprobar si hay altibajos o grandes grietas, y asegurarse de no perder el señuelo a las primeras de cambio (perder material en los primeros minutos, y sin capturas, desespera y aburre). Tras el leve tirón se vuelve a dejar caer hasta tocar nuevamente el fondo y seguidamente se pesca a la “dandine”, es decir, rozando el fondo continuamente y levantando el señuelo algo menos de un metro. Hay que hacerlo a varias velocidades, y muy de vez en cuando se tira a toda velocidad realizando el auténtico jigging, pues pueden haber otras especies (serviolas, lubinas, palometas, etc).

Poco a poco se va ampliando el radio de acción lanzando hacia los lados, tocando el fondo y recuperando hasta dejar el señuelo vertical… Es seguro que clavaremos más de un serrano, una gallineta, un merillo, etc, y los buscados pintos o maragotas, que dan unas buenas picadas en el mismo momento en que el señuelo toca el fondo, aunque a veces también me han entrado al dar el tirón. La lucha cerca del fondo es potente, aunque a partir de medias aguas se suelen entregar. Además, salen de todos los tamaños, lo que me permitió averiguar que depredan a cualquier edad y siempre que se les presenta la ocasión. Esta es la pesca que les proponemos, una pesca muy selectiva que le ayudará a ver a los lábridos bajo otra dimensión.

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Algunos consejos

-Ésta es una pesca práctica y bonita, pero puede convertirse en algo complicado si no encuentra el sitio perfecto… Tengamos paciencia y pensemos que lo más importante es encontrar el lugar ideal para los pintos, no para nosotros.

-Montar anzuelos triples en las anillas traseras de los jigs es una temeridad, sobre todo en fondos tan rocosos y llenos de algas como los que le gustan a los pintos, pero es la forma más segura de clavarlos cuando se lanzan a por ellos. Que no sean muy grandes, que estén bien afilados y si nos es posible, les montamos algunas plumillas o fibras de lana en colores variados.

-Cada cierto tiempo revisemos el bajo de línea y comprobemos su estado, cambiándolo al menor síntoma de rozamiento o aspereza. Y ya que tenemos que hacer un nuevo nudo, repasemos también el trenzado y cortemos uno o dos metros, ya que aún siendo hilos trenzados las rocas muchas veces los desfibran sin darnos cuenta

-Los mejores escenarios para la pesca del pinto se localizan en la comunidad gallega, especialmente en la costa Atlántica. Para mi gusto, los mejores están en la provincia de Pontevedra, en los alrededores de las islas de Ons, Cíes, etc…