Samas y otras piezas a jigging

Cuando nos hablan de la pesca de la sama en España, siempre nos vienen a la mente lugares como Canarias, Ceuta o las costas del Estrecho peninsular. Sin embargo, también la podemos encontrar, entre otros lugares, en la costa valenciana. Aunque el objetivo de nuestra pesca sean las samas, nunca se sabe qué picará a los señuelos: dentones, meros…

 

 

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Pargo, parguete, pargo cabezón, pargo de pluma, pargo Napoleón… son algunos de los diferentes nombres que, según el lugar de España donde estemos, les daremos. Perteneciente a la familia de los espáridos, su nombre científico es Dentex Gibbosus.

Tradicionalmente, su pesca comercial ha sido por arrastre o con palangres de fondo y la deportiva se centraba básicamente en la pesca con cebo vivo (sepia) en la mayoría de los casos. Todas las piezas que se puedan capturar con cebo vivo podemos tentarlas con nuestros jigs, destacando como mejor época el verano, cuando las samas se acercan a nuestras costas y se alimentan, en gran parte, de cefalópodos.

Lo primero de todo es preparar nuestros equipos. En este caso vamos a trabajar con dos distintos, uno de una acción de 150 grs y un segundo con algo más de acción, 250 grs. El por qué de llevar dos equipos es simplemente por las condiciones que nos encontremos. Si tenemos mucha deriva, al estar pescando siempre al pairo utilizaremos jigs más pesados, pero si la corriente nos lo permite bajaremos el peso de nuestros jigs y, por, tanto utilizaremos equipos más livianos. A todos nos gusta pescar con equipos ligeros y llevar siempre hasta el extremo nuestras pesqueras. Los carretes a utilizar son de un tamaño medio, el típico 8000, que si bien es un tanto potente nos permite almacenar una cantidad de línea razonable para poder pescar sobre fondos que normalmente, y en esta zona, van a rondar los 90 m. Aunque no sea necesaria tanta potencia, habitualmente se cargan con trenzado multicolor de 50 lbs. Así los podemos aprovechar para otro tipo de especies más potentes. Como bajo de línea, se suele poner un buen fluorocarbono con un diámetro no superior al 0,70. Es más que suficiente para estos peces cuyo peso en raras ocasiones, supera los 15 kg, y no suelo dejar más de 2 metros de terminal.

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Entorno y trucos

Salimos cuando el sol todavía no despuntaba hacia la zona elegida para la pesca. Nos dirigimos a unas 9 millas de la costa a un fondo sobre unos 90 m, en un zona de cascajos y piedras sueltas donde en época invernal y primaveral hemos tenido más de una alegría con algún dentón. Al llegar a la zona, nuestra mejor arma ha de ser nuestra sonda. Son nuestros ojos dentro del mar. Después de alguna deriva, encontramos un banco de considerable tamaño de pescado que nuestra sonda nos lo está marcando muy cerca del fondo. Es lo que estábamos buscando. Si esto es pez pasto tienen que haber calamares por la zona y, si hay calamares, las samas no pueden andar muy lejos. Seguimos derivando a no más de 0,5 nudos y en nuestra pantalla de la sonda empezamos a ver unos puntitos de un rojo intenso a pocos metros de donde habíamos encontrado la mancha de pescado. Esto tienen que ser las samas, así que remontamos unos metros para que nuestros jigs puedan caer delante de ellas. Cada pescador tiene sus señuelos favoritos a los que consideramos infalibles. En el caso de las samas, elegimos montar un inchiku. La acción de pesca es muy sencilla y tranquila, sobre todo despacito y sin sobresaltos. Bajamos nuestros inchikus hasta tocar fondo y remontamos unos metros, no muchos, para poder pescar pegados al fondo pero sin peligro de enrocarnos. La primera picada no se hace esperar, es suave como si fuera de un pez mucho más pequeño hasta el momento de clavar. Es cuando entonces se desata toda la fuerza de este espectacular pez. Los primeros metros suele dar algo más de guerra, con algún cabezazo y alguna carrera no muy larga, pero después de que empecemos a remontarlo, las carreras disminuyen. Después de los 30 o 40 metros el pez ya es nuestro.

De todas las veces que he estado pescando samas, he de reconocer que un mayor porcentaje de picadas ha sido así, con un inchiku, remontándolo unos 4 o 5 metros del fondo y con una acción de pesca muy lenta, incluso algún día con mucha deriva prácticamente no movía la caña. A mi parecer, la forma que tiene este señuelo de moverse es muy parecida a la del calamar y las samas ven en nuestros señuelos su presa favorita.

Nada más subir nuestra primera presa, un precioso macho, nos dimos cuenta de que le salía tinta por la boca. Nuestras sospechas de que se estaban alimentando de calamares eran ciertas, así que volvimos a remontar y encontrar nuevamente la mancha de pescado y vuelta a empezar. En esas primeras horas conseguimos cuatro preciosas capturas. Todo samas. Cuando vimos que la actividad paraba, decidimos cambiar nuestros señuelos por jigs y vinilos buscando otras especies propias de la zona. Cambiando la caña por una de acción más pesada y un bajo del 0,80, empezamos a practicar jigging. Ya bien entrada la mañana, tuvimos una picada tremenda. Parecía que habíamos enrocado. La caña cabeceaba, así que sin parar de bombear y ajustando el freno al máximo que nos permitía nuestro equipo, empezamos a remontar nuestra presa. No fue nada fácil al principio. Era como una roca pegada al suelo pero estaba viva. No paraba de cabecear. “Ya verás como es un mero” –nos decíamos– y efectivamente, subió un precioso mero pescado en un fondo de mas de 80 metros. La pesca tiene estas cosas que nos hace hervir la sangre, sentir que estamos vivos y dar gracias por estos momentos que seguramente contaremos una y mil veces, evidentemente subiendo en cada ocasión el tamaño de nuestras capturas. Al fin y al cabo somos pescadores.

 

DCIM104GOPRO
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