Una de las mejores cosas de navegar por la Costa Brava es que, a lo largo de sus 200 km de litoral –desde Blanes, al sur, hasta Portbou, al norte– podemos visitar su gran variedad de paisajes y de ecosistemas, con acantilados y calas recónditas casi vírgenes, donde fondear y pernoctar, y que de otra manera serían difíciles de acceder, pero también con bahías como las de Roses o Palamós y largas playas de arena.
Además, la Costa Brava también ofrece una gran variedad de actividades acuáticas, como buceo, snorkel y pesca, que permiten explorar la fauna y la flora marinas de la zona y disfrutar de un día de aventura en el mar. Un litoral que esconde sorpresas en todos sus rincones: espacios naturales protegidos –como el cabo de Creus, las marismas del Parque Natural de los Aiguamolls de l’Empordà o las islas Medes–, pequeños pueblos de pescadores, ruinas griegas y romanas, iglesias medievales, jardines botánicos, propuestas musicales y culturales y la posibilidad de disfrutar de una exquisita gastronomía.
Alquilar un barco es la mejor manera de explorar la Costa Brava. La mayoría de las compañías de alquiler de barcos, ubicadas en los puertos deportivos, ofrecen paquetes con todo incluido, lo que significa que podemos disfrutar del mar sin tener que preocuparnos por nada más.
Si navegamos con nuestra propia embarcación, encontraremos también un cualificado servicio técnico y una gran oferta de ocio en los 17 puertos deportivos y marinas de este litoral, todos ellos con modernas instalaciones y todos los servicios para el navegante.
La tramontana es el viento dominante en invierno en las zonas norte y centro, que puede llegar a soplar con fuerza durante varios días, y en verano el garbí, el térmico del suroeste, se establece a partir de mediodía y hace las delicias de los navegantes a vela.