Cualquier aficionado a la pesca deportiva que tenga un barco en propiedad, sea de las dimensiones que sea, tiene mucho ganado a la hora de afrontar una jornada de pesca… Sobre todo en esta zona tan tranquila de costa de Galicia.
¿Tranquila? ¿A costa da Morte tranquila? ¡Por supuesto!… Aunque sólo sea a Sotavento, porque de la misma manera que las Cíes presiden y protegen la río de Vigo de la furia del Atlántico, la isla de Ons hace lo mismo con las rías de Pontevedra y Aldán. La verdad es que el clima en la región gallega es siempre algo irregular y se hace impredecible, especialmente para los que viajan desde otras provincias y otros mares buscando el calor de sus gentes y su gastronomía. Ahora bien, fijándonos en la pesca, primordialmente en la pesca deportiva, Galicia es un punto “caliente” digno de tener muy en cuenta en toda clase de agendas, incluidas las de los pescadores profesionales.
La pesca
La verdad es que la sonda marcaba pescado, pero apenas unos minutos después de habernos fondeado correctamente la dirección del viento cambió y la corriente aumentó, siendo imposible calar los aparejos en una vertical que permitiera pescar con la precisión necesaria, al menos con los aparejos livianos. Entre todos decidimos cambiar y partimos hacia el lado Atlántico de la isla de Ons, una zona que deseaba conocer desde años atrás.
Al llegar el patrón buscó sus marcas, colocó el barco en una buena zona y Manolo largó el ancla. Fijamos la embarcación sobre un fondo rocoso, situado a 80 metros, una profundidad muy buena en la costa gallega… La cosa prometía, muy a pesar de la presencia de varias bolas de peces localizadas a medias aguas; si eran caballas o jureles, un ratito de pesca intensa no iría mal, pero si eran bogas, mal asunto. Resultó que eran caballas pequeñas, pero afortunadamente el plomo bajaba rápido y los aparejos llegaban al fondo con todo su encanto…
De momento todo era correcto y por fin pudimos pescar con cierta tranquilidad. Antonio pescó exclusivamente con sus mejillones, que hábilmente enfilaba en una aguja y reforzaba con finísimo hilo elástico; Manolo pescaba con mejillón, con lombriz o con sardina (le daba igual), pero tampoco paraba de izar peces variados; Iván y yo, con gusano americano ¿Paco? Paco cogió un grueso alambre con el que atravesó, de una en una y por los ojos, todas las sardinas, previamente destripadas. Luego formó un tupido ramillete, cerró el aro, lo colocó en una cuerda y lo caló de forma que quedara por encima del fondo. En los anzuelos enredaba las tripas de las mismas sardinas, y lo cierto es que pescaba. Todo esto puede resultarles viscoso, pero les aseguro que es salubre y que ni siquiera hay mal olor a bordo a no ser el típico a pescado, y encima, es tremendamente efectivo, como he podido comprobar. Eso sí, yo prefiero mis gusanitos.
Entre todos y en muy poco tiempo logramos hacer efectivo el cebadero, consiguiendo numerosas capturas, en dobletes y tripletes. Poco a poco la nevera se fue llenando de serranos, fanecas, jureles, abadejos, cabrachos, gallinetas, sargos, chopas, besugos, pageles, vidriadas, lotas, caballas, rubios, pequeñas maragotas, pintos y otros lábridos… Una variedad increíble, pero el tamaño medio empezó a bajar y no a irritarnos, pero sí a pensar en algún cambio, y es que la idea de acabar con la morralla de ese sitio esperando que llegaran los peces grandes, estaba fallando. Primaba cesar con esa pequeña masacre (que no era tal) y buscar un nuevo fondo, mayor o menor, pero con menor variedad y mayor calidad.
Entonces Paco se la jugó; se acercó a la costa de Cabo Home, en pleno Atlántico y muy cerca de tierra, concretamente entre Punta Couso y Cabo Home (la sonda marcaba 25 metros), dejando las Cíes por la proa y con la bañera de cara a la isla de Ons. Manolo largó el ancla y cuando el barco se aproó a la corriente y al viento, comenzamos de nuevo con todas las tareas de engodado, cebado de anzuelos, etc. En diez minutos valoramos los resultados, y sí, de momento las cosas mejoraban; sólo salían fanecas, pero… ¡Qué fanecas! Además, Manolo logró un congrio, Paco un buen abadejo, y Antonio otro congrio, otro abadejo, una gran gallineta, un buen pagel…
Dimos con un buen sitio, pero la “carga” anterior nos obligó a cerrar “el grifo” antes de hora no fuera que la avaricia nos rompiera el saco y se nos acercara la patrullera, algo raro pero dentro de lo posible. Por supuesto que no llegábamos a los cupos establecidos por la Xunta, pues en total no sobrepasaríamos los 12 o 15 kilos de pescado para cinco licencias deportivas a bordo, pero lo cierto es que había suficiente para todos y se hizo la luz, acordando volver otro día directamente, con más tiempo e incluso con mejor equipo y cebo.
En esta ocasión el patrón nos ha fondeado el barco en varias de sus marcas personales, pero de regreso al puerto base, navegando a menos de 4 nudos y con la sonda en marcha, he visto gran cantidad de rocas, fosas, canales, cimas, simas, explanadas de fango con rocas, con hierbas, con piedras… ¡Es increíble! La riqueza de estos fondos es verdaderamente extraordinaria, simplemente porque son muy irregulares y facilitan y protegen la vida, pero lo mejor de todo es que en los fondos de ese largo trayecto la sonda ha marcado peces y gran actividad, y a veces gruesas bolas de pescado; pero de parar, nada de nada, y es que nuestros anfitriones son pocos amigos de perder el tiempo haciendo paradas y pruebas, y cuando salen de pesca, van a “lo seguro”, sobre todo porque no fallan…
Lo cierto es que en pocos kilómetros cuadrados, cerca de las rías de Vigo y de Aldán, junto a las islas Cíes y Ons, y casi pegados a la costa para protegernos del oleaje, de la corriente o del viento, he visto peces por todas partes, quedando gratamente sorprendido por la variedad y calidad de cada especie por separado, en poco fondo y tan cerca de la costa… Sí, Galicia vuelve a estar viva y como decíamos al principio, cualquier patrón con un pequeño barco dispuesto a hacerse a la mar, provisto de un equipo de pesca de mediana calidad y cebo fresco, ya puede disfrutar de innumerables capturas y jornadas de pesca… Buen provecho.