La evolución lógica de cualquier pescador deportivo consiste siempre en superar sus capturas anteriores en ponerse nuevos retos más difíciles. La satisfacción que sentimos al lograr ese trofeo, esa especie que íbamos buscando tan esquiva o poder bajar el diámetro de nuestras líneas y la potencia de nuestros equipos es el mejor premio a nuestros esfuerzos.
Por Josemi Serrano
El pez de San Pedro o el pez gallo (Zeus faber) ha supuesto siempre un gran reto para todo pescador deportivo. Tanto por su escasez, desafortunadamente cada vez mayor, como por su hábitat, normalmente a más de 100 m de profundidad, su riqueza gastronómica, las capturas de este preciado trofeo han estado siempre asociadas a grandes jornadas de pesca. Si a todo esto, añadimos la dificultad que implica este método de pesca el resultado final es, sobre todo, tremendamente emocionante y muy satisfactorio cuando logramos nuestra preciada captura.
Pesca a la espera
La pesca a la espera consiste básicamente en localizar un banco de jureles, montar unas plumitas tipo metralleta o sabikis y una vez clavados nuestros jureles esperar a que estos sean atacados por otro depredador mayor. En nuestro caso vamos a buscar siempre nuestras capturas por profundidades superiores a 80 m (Entre 80 y 300 sería perfecto) y en hábitats donde sepamos por nuestras anteriores experiencias que podemos encontrar a nuestra presa final, que no es otra que el pez gallo. Normalmente serán fondos de arena o de fango.
El Zeus faber es un pelágico que no dudará en atacar a nuestros jureles. Su forma de comer, por aspersión, y sus numerosos aunque pequeños maxilares, no le permiten desgarrar o partir a sus presas, de modo que éstas deben ser engullidas enteras. Aquí reside el pequeño secreto de nuestra forma de pesca, dado que realmente no hay ningún anzuelo que nos asegure a nuestra captura –como en la pesca al acecho– en la que sí que montamos un segundo anzuelo más grande que el primero, donde se clavan los pequeños peces que nos sirven de carnada para nuestras capturas finales.
En este tipo de pesca la forma de asegurar al San Pedro será únicamente la que nos ofrezcan la particular forma de defensa contra los depredadores que tienen los jureles. Estos, al sentirse atacados tienden a hinchar su cuerpo clavando sus espinas laterales dentro de la boca del San Pedro e impidiéndole su huida. Hasta aquí todo ha sido relativamente sencillo. Ahora empieza lo complicado. Tenemos que subir desde más de 100 m a nuestra presa con sólo la ayuda de las espinas del jurel. Como habréis adivinado la ascensión es muy lenta. No tenemos que tener ninguna prisa. Iremos ganando metro a metro, hasta lograr acercar la presa a nuestra embarcación. Habrá que tener muy a mano un salabre o sacadera, preferiblemente de vinilo, con el fin de que no se claven nuestros anzuelos en la red. Habrá quien piense que es un tipo de pesca demasiado “tranquila”, después de todo sólo tenemos que bajar nuestras plumitas y esperar las primeras picadas de los jureles y luego el ataque de nuestra presa final, pero nada mas allá. La falta de acción a la hora de clavar nuestra captura se supera con la tremendísima emoción en la recogida, que suele ser bastante larga. Estamos a más de 100 metros de profundidad y subimos un pez sólo sujeto por las espinas superiores y laterales de un jurel. La emoción está servida.
Equipos a utilizar
Teniendo en cuenta las características de este tipo de pesca, los equipos que más nos van a servir serán aquellos formados por una caña lenta, parabólica, a fin de poder subir nuestra captura con la mayor delicadeza posible y un carrete también lento. Para esta pesca seremos lo más delicados posible, ya que las primeras picadas de los jureles en nuestras metralletas de plumas serán solamente el primer paso para conseguir nuestro objetivo final, el San Pedro. Una vez hayamos clavado nuestros jureles tendremos que esperar a las segundas picadas en la que nuestras primeras capturas pasarán a ser el cebo. La picada del San Pedro no es mucho más enérgica pero sí más consistente que la del jurel, por lo que lo notaremos en nuestras cañas por el peso de nuestra captura.
No debemos olvidar que un San Pedro puede llegar a pasar de los 4 kg, y por su forma y volumen notaremos en nuestra caña una arqueo mucho mayor, como si por momentos hubiéramos enrocado. Ese será el momento de comenzar la recogida. Dado que estamos pescando en profundidades superiores a 100 metros, el uso del carrete eléctrico es recomendable. Eso sí, ha de ser un carrete que le podamos regular la subida a una velocidad muy baja. Ni que decir tiene que las líneas a utilizar serán siempre trenzadas. Su rigidez nos permite ver con precisión cualquier toque en nuestros bajos de línea. Otro aspecto importante es la utilización de plomos, siempre con un peso adecuado para la profundidad en la que vayamos a pescar, que no sean redondos. Simplemente es debido a que al estar pescando a la deriva nuestro plomo, que estará situado al final de nuestro bajo de línea, irá rodando por el suelo. Si utilizamos una plomada que no sea redonda tendremos muchos menos enredos.
La pesca de una gran pieza como es el San Pedro acabará siempre con una estupenda comida para disfrutarla con nuestra familia y amigos. Es un pez realmente exquisito y muy fácil de cocinar. Tiene muy pocas espinas y realmente resulta muy atractivo a la hora de comer incluso para los pocos aficionados a comer pescado. Una gran jornada de pesca no podrá terminar mejor.