Carabela, el astillero español que nació del sueño de un visionario

Seis barcos construidos por Nick Kenyeres y Pepe Medina en los años sesenta y setenta participan en la Copa del Rey Repsol de Mahón

Sea Fever es el Carabela de menor eslora este año en Mahón con sus 8,5 metros. Fotografías: Nico Martínez

La Copa del Rey Repsol de Barcos de Época reúne desde ayer en Menorca a la mejor flota de clásicos del Mediterráneo. La regata organizada por el Club Marítimo de Mahón con el soporte de Repsol y la colaboración institucional del Ayuntamiento de Mahón y el Consell Insular de Menorca acoge en su décimonovena edición a más de medio centenar de embarcaciones y se confirma como el encuentro de referencia de la vela clásica en España y uno de los más importantes del circuito europeo.

En esta edición participan seis barcos construidos por Nick Kenyeres y Pepe Medina en los años sesenta y setenta en el astillero español Carabela. La historia de Nick Kenyeres es la historia de un visionario que vio como sus sueños pasaron de volar por el aire a navegar por el mar. Fue capaz de hacer realidad todos ellos. No es fácil igualar la trayectoria de este húngaro que participó como aviador en la Segunda Guerra Mundial, acabó prisionero en un campo de concentración ruso y, tras pasar por Reino Unido, Canadá y Francia, evolucionó hasta convertirse en una referencia de la construcción naval en Europa, gracias a sus Astilleros Carabela, asentados en la ciudad catalana de Sant Adrià de Besós.

El Galvana fue recuperado por los hermanos Pella tras hundirse en Menorca

El más antiguo de los seis de los barcos construidos por Kenyeres, su socio Pepe Medina y el resto del equipo del astillero que participan este año en la Copa del Rey Repsol de Barcos de Época es el Argos (1964) y el más moderno, el Galvana (1974) de los hermanos Pella, que con 16,73 metros es también el de mayor eslora de los Carabela presentes este año en Menorca. Los otros barcos que llevan la firma del constructor en la regata son el Calima (1970), Disparate, Sea Fever y Celeste di Mare, los tres botados en 1971.

Carabela se distinguió desde el primer día por construir barcos siempre de madera, muy livianos pero extraordinariamente fuertes. Kenyeres introdujo innovaciones como el sistema WEST, de laminado en frío con resina epoxi, que confiere al casco una extremada ligereza y resistencia, o la construcción invertida, comenzando por el interior para continuar después por el exterior del barco. Él era el visionario, el artífice, y Pepe Medina, que entró en el astillero en 1962, un año después del nacimiento de Carabela, el ebanista artesano de origen malagueño que materializaba hasta el último detalle cada proyecto. El sueño duró hasta 1984, dos décadas no exentas de aventuras y vicisitudes, en las que construyeron en total 113 embarcaciones.

Enrique Curt, armador del Sea Fever, que con sus 8,5 metros es el Carabela de menor eslora que participa este año en Mahón, explica: «Es un honor navegar en un barco construido en los astilleros de Nick Kenyeres. El Sea Fever fue mi primer barco, que luego vendí y hace dos años y medio tuve la oportunidad de recuperarlo. Además, Sea Fever es el nombre que le puse a la publicación sobre barcos clásicos que creamos en 2018″.

La familia Pella recuperó el Galvana en 2002 cuando el destino parecía indicar que la historia del barco había terminado tras hundirse precisamente en Menorca, cerca de la Illa den Colom, después de chocar contra unas rocas. El barco se ha transformado en un miembro más de la familia pues los cuatro hermanos, Nacho, Borja, David y Álex, dedicaron casi dos años a recuperar este magnífico velero con diseño de Sparkman & Stephens, cuando casi todo el mundo pensaba que ya no tenía salvación.

Calima fue en los primeros años 70 el barco más rápido de la flota española.

Otro de los Carabela que no se pierde la Copa del Rey de Mahón ningún año es el Calima, que pertenece a un grupo de armadores encabezado por Javier Pujol. Este Carabela de 13 metros ha ganado en multitud de ocasiones la competición menorquina en la que compite en el grupo Espiritu de Tradición. Pujol afirma que su gran amigo Nick Kenyeres era el que transmitía el entusiasmo, “aunque como empresario era un poco desastre. Quebró que yo sepa dos veces, pero sus propios clientes le ayudaron a resurgir”. Era uno de los 4 o 5 astilleros aprobados por Sparkman & Stephens para construir sus barcos en toda Europa y eso, destaca Pujol, “solo se consigue haciendo las cosas bien”.

El alma, la esencia, de Kenyeres probablemente sigue contemplando sus magníficos veleros desde el fondo del mar, pues allí, en el Mediterráneo, cerca de la costa catalana, encontraron reposo sus cenizas tras su muerte. Fueron entregadas a las aguas desde el Cariño, una de las embarcaciones que construyó Astilleros Carabela.

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