Debido una ubicación privilegiada, el Estrecho de Gibraltar es el centro neurálgico para las comunicaciones entre dos continentes y un lugar clave para iniciar jornadas de pesca por las numerosas especies que habitan los ricos fondo de esta zona.
Situado al Sur de la Península Ibérica, el Estrecho de Gibraltar es la formación natural que supera el continente europeo del africano, al tiempo que une las masas de agua del océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. Se estima que su aparición se produjo hace unos 5 millones de años, al separarse las placas tectónicas euroasiáticas de las africanas. Se creó un nuevo escenario que separó ambos continentes por 14 kilómetros de océano con profundidades que oscilan entre los 200 a 1000 metros y que representan un punto estratégico para la fauna migratoria, como es el caso de las aves que se desplazan del continente europeo al africano, así como para una gran cantidad de especies, como el atún rojo que conecta sus poblaciones entre el océano y el mar.
En este lugar y más concretamente en la zona Norte del continente africano, conocido como la península Tingitana, encontramos la población autónoma de Ceuta que pertenece al Estado español y que se encuentra rodeada por el mar en casi todos sus puntos cardinales menos por el Oeste que hace frontera con Marruecos.
Especies objetivo
La estructura geológica que conforma los fondos marinos en las inmediaciones de esta población se caracteriza por rocas cortadas y abruptas en fondos que parten desde los 20 metros en la proximidad del puerto hasta superar los 200 a escasas millas. Asimismo existen desniveles intermedios con diferentes caídas y afloramientos entre los 80 y 40 metros que permiten un hábitat peculiar para multitud de especies que son objetivo indiscutible de cientos de pescadores recreativos y deportivos.
Antes de iniciar la jornada de pesca es preceptivo asesorarnos del parte meteorológico para conocer la variabilidad del día y qué nos depara la posibilidad de navegación en esta zona. En la escarpada costa, tanto del litoral español como africano, los vientos soplan con mucha fuerza y en numerosas ocasiones impiden la acción de pesca. Nos referimos a los conocidos temporales de levante y poniente que, en ocasiones, llegan a durar semanas y que son protectores de la fauna del entorno. Asimismo, las mareas, determinadas por la influencia que ejerce la atracción de la luna sobre la masa de agua del Atlántico y que produce oscilaciones de subida y de bajada de las aguas, a su tiempo originan, conjuntamente con la orografía submarina, fuertes corrientes que en este punto se acentúan por la acción embudo que supone el Estrecho de Gibraltar, sin olvidar la creación de grandes remolinos. En ambos casos se desaconseja la acción de pesca por el peligro que supone para la navegación de embarcaciones de poco calado y la imposibilidad de mantener los señuelos en las zonas querenciosas, llegando al extremo de no detectar su posicionamiento en los fondos y, por tanto, es la causa de consecutivos enganches y roturas.
Son múltiples las especies que vamos a encontrar cerca de las inmediaciones de la población de Ceuta, entre ellas el marlín, todo tipo de túnidos como el bonito, la bacoreta, la albacora y el atún rojo, pasando por los grandes depredadores de fondo como son el dentón, el mero, la serviola, el abadejo, el pargo, la cherna incluso el congrio, entre otros, pero quizás uno de los más preciados por su escasez en el mar Mediterráneo sea la sama que en estos lares puede llegar alcanzar pesos superiores a los 15 kilos. El mejor momento para pescar túnidos y marlines es en verano y a curricán. Durante el periodo primaveral toman protagonismo los grandes gallos, pargos y gallinetas, meros e incluso chernas sin olvidarnos del congrio, que muestra mucha actividad con cebo vivo. Por último, en estaciones otoñales las grandes serviola y anjovas se mantienen frente a las costas ceutís y garantizan pescas inolvidables en superficie.
Dentex Gibbosus
Posiblemente la especie que despierta mayor interés entre los pescadores deportivos y recreativos es la Samma (Dentex gibbosus), tanto por su abundancia en esta zona como por el durísimo combate que supone batirse con ella, que ocasionalmente supera los 20 kilos de peso y desarrolla una fuerza descomunal. De hecho, se acerca a las proximidades de Ceuta durante los meses de abril a junio en busca de aguas oxigenadas, corrientes fuertes y con algo de turbidez para culminar su ciclo reproductor. Si bien algunos individuos jóvenes son hermafroditas, al crecer tienen sexos separados y cuando alcanzan la madurez sexual tiene lugar el ciclo reproductor con fecundación externa eclosionando miles de larvas a los tres días de la puesta.
Perteneciente a la familia de los espáridos, la sama presenta un cuerpo alargado, alto y comprimido de color rosado en el lomo, más claro hacia la región abdominal con una mancha negra en la base de su aleta dorsal y, el borde de la aleta caudal, ribeteada en negro.
Quizás su mayor característica es la “joroba” frontal que desarrollan los machos de mayor edad y que es del todo inexistente en hembras e individuos jóvenes. Su boca es amplia y fuerte dotada de varias filas de dientes caninos que utiliza para aferrar a sus presas. Al igual que las especies que habitan en este lugar, también son múltiples las modalidades de pesca que se practican para tentarlas.
Duros combates
Los túnidos suelen ser tentados a curricán, mientras que en el caso de los dentones, abadejos e incluso pargos y serviolas es preferible la modalidad de curricán de fondo, la pesca fondeados, el empleo del jigging o la pesca con cebo vivo.
Para afrontar los duros combates que nos van a presentar especies como el mero, la serviola o la sama en parajes de fondos rocosos es preciso el empleo de unas modalidades que, por sus características, nos permitan batir gran número de escenarios concentrados en esta zona.
El jigging, así como la pesca a cebo vivo, son dos modalidades que por la configuración de su técnica y equipos facilitan la labor de clavado, recuperación y captura adaptada a las peculiaridades del Estrecho de Gibraltar y las querencias de estos peces.
Cuando deseamos tentar los fondos del Estrecho con señuelos artificiales, será aconsejable decantarse por un equipo de jigging de las siguientes características:
Una caña de jigging de entre 1,40 a 1,70 metros y de una acción comprendida entre los 150 y 300 gramos para combatir con propiedad ejemplares que, ocasionalmente superan los 10 a 15 kilos de peso, incluso los 20 kilos. El carrete tiene que poseer un ratio normal tirando a lento, sobre 4.0 a 4.2 que nos proporcione una recogida potente entre los 80 a 85 centímetros por vuelta. Esta peculiaridad es de suma relevancia, cuando trabajamos peces como los meros o la sama, que precisan de oscilaciones lentas del jig que permitan mantenerlos en la zona de acción de los depredadores el mayor tiempo posible, en caso contrario, con una acción rápida batiremos más capas de agua pero perderemos mucho tiempo en zonas inertes.
El equilibrio de este equipo permite que una vez prendida la captura, la frenemos adecuadamente en su intento de buscar refugio en la cobertura rocosa que le proporcionan los fondos de este enclave, evitando de esta forma las probables roturas de sedal en contacto con estos elementos naturales.
La acción de pesca se desarrolla dejando descender el jig hasta notar que la línea quede frenada, hecho que indica que el artificial ha tocado fondo, se encuentra en nuestra vertical y está listo para cobrar “vida”. En este instante recuperaremos media vuelta de carrete e imprimimos oscilaciones lentas hacia arriba y hacia abajo del puntal de nuestra caña, al tiempo que recogemos muy lentamente, lo que mantiene el señuelo en las proximidades de las zonas querenciosas de estos depredadores, presentando un señuelo que emula a un pez herido. Repetir esta acción a lo largo de toda la deriva escudriñando diferentes fondos y posturas es resolutivo para obtener el ataque del pez.
En cuanto a los jigs, deberán cumplir algunos condicionantes para lograr mayor efectividad y adecuarse a este entorno. Para ello el empleo de jigs pesados y aerodinámicos permiten una profundización rápida cuando trabajamos en fondos que ocasionalmente pueden alcanzar los 100 metros de profundidad, también el peso es una variante a tener en cuenta, siendo recomendable usar los que oscilen entre los 200 y 300 gramos para fondos de hasta 100 metros, y de hasta 400 gr para fondos superiores.
Jigs como el rubber jig o inchiku son muy efectivos en profundidades de 20 a 80 metros, sin olvidarnos de los de mayor longitud que también proporcionan buenas capturas, principalmente en colores donde predomine el anaranjado, si la profundidad es mayor. Por encima de los 80 a 90 metros, el empleo de jigs fosforescentes está muy indicado. No cabe duda de que el Estrecho de Gibraltar y la población de Ceuta son un paraíso para la pesca de grandes ejemplares, un lugar ideal para disfrutar de unas jornadas de pesca inolvidables y que perdurarán siempre en nuestra memoria.
Texto: Cristina Escribano; Fotos: Luis Gualberto y archivo