Meros en la costa valenciana

La costa valenciana nos otorga la posibilidad de capturar un gran abanico de especies si sabemos cómo y dónde acecharlas, y la especie reina por excelencia desde kayak o embarcación es el mero.

 

El mero es un pez muy territorial, que acostumbra a resguardarse estacionalmente en las mismas zonas. De modo que si alguna vez se nos escapa, para la siguiente ocasión estará en el mismo lugar. Se alimenta en zonas próximas a su gruta o acechando desde el interior de la misma; no suele alejarse demasiado de ella. Este escurridizo adversario nos obliga a conocer perfectamente sus costumbres y a aprender a interpretar adecuadamente las cartas náuticas, así como la sonda a base de horas de visualizar las representaciones gráficas del fondo marino.

Para localizar sus grutas exploraremos zonas con grandes accidentes submarinos localizables a relativamente poca distancia de la costa, predominantes en la franja del Estrecho y Sureste de España, también en sitios puntuales localizados en nuestro Mediterráneo Este y Noreste; en estos lugares se pueden encontrar a escasos metros de profundidad, gracias a sus batimetrías tan accidentadas y las fuertes corrientes portadoras de grandes cantidades de alimento.

En otras zonas menos abruptas, por el contrario, tendremos que buscarlos a mayores profundidades, normalmente a partir de los 20 metros, en desniveles, acantilados submarinos, veriles, caídas, pecios y barras de piedra, donde se concentra la vida.

Las agrupaciones de piedras planas que forman grutas con apenas medio metro de elevación sobre el fondo, aunque no lo parezcan, pueden albergar meros de buen tamaño. Estas concentraciones de piedra, casi a ras de fondo, son extremadamente complicadas de detectar en nuestro equipo de sondeo, de modo que ello nos obliga a ser grandes interpretadores del sondeo. Hemos de fijarnos muchísimo en la línea que delimita el fondo para localizar estas zonas, y prestaremos mucha atención. Primero nos marcará un aumento de grosor en la línea del fondo, y a continuación una tonalidad más oscura nos confirma que estamos sobre suelo duro.

Técnicas

Respecto a la acción de pesca, es uno de los peces que más técnica precisa para su captura, debido a su volumen y potencia. Durante la primavera y en fechas posteriores, conforme las aguas van elevando su temperatura, los meros ascienden a cotas más accesibles coincidiendo con el comienzo de su ciclo reproductivo. Podemos dar con buenos ejemplares en sus lugares de veraneo, siendo muy característico el color de su barriga más amarillento de lo habitual. En otoño también podremos tener buenas sorpresas utilizando cebos apetitosos de temporada, como el calamar.

Son peces de costumbres nocturnas, así que su momento álgido de actividad se concentrará en las horas crepusculares. Sin embargo, algunas de las mejores picadas se consiguen en las horas centrales del día, lo que puede deberse a que el cebo pasa cerca de donde se encuentran en ese momento.

Desde kayak, las técnicas más factibles son la pesca al vivo y el jigging. Dentro de la modalidad de jigging, las muestras más habituales que nos pueden dar con ellos serán los vinilos, inchikus y kaburas. Estos últimos son lo más parecido a los cefalópodos, que es una de las presas clave de su alimentación. Utilizaremos jigs de tallas grandes y anzuelos sobredimensionados de una calidad irrefutable para evitar que estos nos fallen en el peor momento. Moveremos estos engaños lo más pausado y vertical posible e intentaremos permanecer en los sitios querenciosos y buscando las caídas y las paredes rocosas, donde ellos esperan a sus presas.

En cebo vivo, usaremos la mejor calidad siendo su bocado predilecto los cefalópodos, calamares, pulpos y sepias, sin desdeñar peces de roca, no peces pasto. Son unos voraces depredadores que tienen que saciar su hambre. Para las técnicas mencionadas, utilizamos el mismo equipo ya que desde un kayak, no podemos llevar demasiado instrumental. Nos basta una caña de gama alta y de sobrada potencia, la acción debe ser extra rápida para luchar con eficiencia, sobre todo en las primeras embestidas que serán cruciales. El carrete será de máxima garantía, con freno potente de no menos de 25 kg ,y que disponga de discos de carbono para evitar el posible sobrecalentamiento y rotura del mismo, acompañado de una línea trenzada de una resistencia alrededor de 40 o 50 libras con bajo de fluorocarbono en torno al 0,80 mm de diámetro con buena resistencia. Todo el material deberá estar bien revisado, cualquier fallo en el equipo se sobredimensionará en la pelea y perderemos la pieza.

 

Combate

El mero suele comer a la caída o picar muy cerca del fondo, debemos tener el carrete prácticamente cerrado para evitar que se encueve, nada más atrapar el vivo o el señuelo y perderlo antes de tan siquiera notar su picada. Las primeras carreras buscando el fondo de la cueva serán brutales, es en ese justo momento cuando nosotros tenemos que impedir que entre en su refugio. De no ser así, lo daremos por perdido en un 90% de probabilidad. Desde encima del kayak, los cabezazos enérgicos de los meros con el carrete cerrado comprometerán la estabilidad y seguridad por lo que el kayak nos tiene que otorgar un plus de estabilidad, y todo el material ha de estar perfectamente asegurado en su sitio.

 

Lo primero que valoramos cuando nos encontramos en combate con un mero es nuestra seguridad y mientras estamos en acción con estas grandes piezas, la caña no la llevaremos sujeta a la embarcación. En el caso que uno de sus tirones nos sorprenda y volquemos es preferible perder el equipo que tener que pasar el mal trago de que se nos enrede en cualquier parte de nuestro cuerpo y poner en peligro nuestra integridad. Es por ello que, a pesar de que siempre hemos de llevar encima un cuchillo de rescate, en este caso será obligatorio cuando la intención es capturar estas especies. En el caso de vernos en la tesitura complicada durante la batalla, deberemos abrir un poco el carrete e intentaremos combatir dentro de nuestras posibilidades y, si por algún motivo volcáramos, lo más sensato es soltar la caña o, en el mejor de los casos, si nos diera tiempo abrir totalmente el carrete.

Si la pieza encueva, tiraremos de la línea con algún utensilio, pero nunca con las manos. Remaremos de manera circular buscando el ángulo idóneo para un posible desenroque que, normalmente, acabará en rotura del bajo.

Una vez ganados los primeros metros, el mero prácticamente no luchará a excepción de algunas carreras esporádicas a mitad de agua. Subirá pausadamente con el impulso de su hinchada vejiga natatoria. Una vez en superficie, no lo cogeremos por los agallas; sus branquias están llenas de pequeñas cuchillas por lo que pueden causarnos graves cortes en las manos. La manea más segura de sujetar un mero si no disponemos de bichero es agarrarlo por las barbas.