Lubinas a spinning

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Existen varias técnicas de pesca muy efectivas para pescar grandes lubinas, como el curricán costero, curri de fondo, a pez vivo… pero engañar, luchar y vencer al depredador más astuto y listo de nuestros mares es llegar al máximo.

Aunque cohabitan en el mismo lugar, no es lo mismo salir a por lubinas que a por sargos, o tentar a anjovas aunque se encuentren lubinas y anjovas en las mismas desembocaduras.

Existen ciertos mitos en torno a esta especie. Historias seguramente narradas por alguien que jamás la ha pescado. Nos habrán contado que tras, luchas interminables, la lubina arrancó el señuelo justo cuando entraba en el salabre, que daba saltos impresionantes, que su carrera era inigualable… que necesitamos los equipos más caros y exclusivos señuelos para su captura. Falsedades.

La especie que tratamos por grande que sea, nunca arrancará 20 m de línea, ni saltará como lo hacen las anjovas, ni nos dará más de cinco minutos de combate. Es más, si alargamos la lucha con ella, seguramente nos vencerá, dado que se limita a dar enérgicos cabezazos para liberarse del señuelo, consiguiéndolo en muchas ocasiones, al venir éste prendido por fuera de sus fauces. Veamos el motivo.

Esta especie desarrolla afilados apéndices en ambos lados de la cabeza, justo en la apertura de las agallas. Hay que ir con cuidado para evitar cortarnos con ellas, y nunca cogerlas o introducir las manos en las agallas si pretendemos devolverla al agua. Dichos apéndices, a veces pueden parecer cuchillos, y la lubina los puede utilizar dando cabezazos para defenderse de posibles ataques o para ahuyentar a los peces que compiten con ella por alimentarse.

Este pez oportunista come de todo, se lanza al ataque aunque prefiere aguardar sus presas escondida y esperando que éstas pasen por delante. Su enorme boca que puede con todos los señuelos que existen en el mercado. Es un pez potente, pero sus costumbres lo hacen poco resistente, posee una buena vista y mejores puntos sensoriales para cazar a las espumas o de noche así que, con estas cuatro premisas, vamos a buscar el equipo ideal para tentarlas y vencerlas con garantías.

 

Equipo y señuelos

Por las características de las lubinas, por más fieras que éstas nos puedan parecer, podemos afinar bastante en cuanto a potencia y peso del equipo, así pescaremos más cómodos y con más aguante.

La caña: la vara ideal para pescar embarcado ronda los 2,2m hasta los 2,5m. Estas longitudes nos permiten lanzar lejos, dan precisión al lance y son más cómodas a la hora de dar movimientos más reales a los señuelos. Cierto es que el abanico de señuelos será muy variado, así que una caña con acción 7-40 grs nos puede valer. La caña deberá proporcionarnos rapidez y firmeza en la clavada, dado que la lubina puede venir clavada por fuera de su cabeza. Si no clavamos bien, la perderemos seguro.

El carrete: La lubina no da tirones, por lo que no estirará muchos metros de línea, así que no nos hacen falta carretes grandes. Pueden ser pequeños, mientras tengan un freno consistente. Nos interesa tener el freno bastante cerrado para clavar bien, pero si la lubina es grande y arranca unos metros, no pondremos impedimento. Una vez parada, se limitará a dar cabezazos. Si mantenemos el freno apretado, se cansará pronto.

Las líneas: Utilizaremos, principalmente línea trenzada, lo más fina posible para favorecer el lance. Debe ser trenzada para garantizar una clavada perfecta. El uso de estas líneas otorga al pescador mayor sensibilidad y precisión a la hora de trabajar el señuelo. Sus diámetros varían mucho según las marcas, debe ser lo más fina posible y la uniremos con unos dos o tres metros de bajo de línea. Éste puede ser de flurocarbono, según nuestras preferencias, y por las características de nuestro objetivo, no hace falta que supere los 0,35mm. Un 0,30 mm será muy adecuado, si pescamos en playas de arena y un 0,35 mm, si lo hacemos en acantilados de roca.

 

Una de las preocupaciones del pescador de lubinas es pasar inadvertido, poner fluorocarbono invisible y fino, utilizar los señuelos más realistas y exclusivos pero… ¿De qué nos sirve poner un hilo invisible? ¿Acaso los peces no ven los enormes anzuelos?

Se dice de las lubinas que llegan a edad tardía por tener buena vista. Es posible. En ocasiones las hemos pescado por casualidad buscando palometones en aguas calmas, claras, a pleno sol y con bajos de línea de 0,60 mm.

Si pescamos con líneas finas, ganamos en control de lance y, sobre todo, en un movimiento más realista de nuestros señuelos y, además, desencadenar el ataque de una gran lubina.

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Señuelos perfectos

De nada sirve el mejor paseante si no se sabe pasear, de poco vale un minnow de 20 cm, si la caña es blanda y no lo puedes hacer girar. El mejor jig no resulta práctico si se monta en un bajo basto que no lo deje caer con naturalidad.

En espumeros a ras de los acantilados podemos decantarnos por artificiales de 20 cm o de 15 cm. Con ellos, podemos realizar larguísimos lances, incluso con viento y su espectacular natación combinada con una parada muy natural nos permitirán barrer grandes superficies.

Podremos lanzar desde una distancia prudencial de seguridad e iremos combinando pequeñas recogidas enérgicas con paradas en seco y pausas.

Otra de las situaciones en la que un gran minnow nos puede ayudar es cuando observamos un gran número de diminuto pez pasto. La lógica nos hará pensar que se deben utilizar pequeños jigs o moscas, pero si lo pensamos fríamente, nuestra pesca se convertirá en una lotería, dado que será cuestión de azar que una gran lubina tome un señuelo igual a millones de pececillos que tiene a su alcance. En estas situaciones, mejor provocar el ataque de la gran lubina por territorialidad, compitiendo con ella con el mayor señuelo que tengamos en la caja.