Jigging en la Costa Blanca

Habíamos quedado en vernos a las 6.30 h en el puerto de Santa Pola donde tengo amarrada mi embarcación “Suky”, una Starfisher 34 que está equipada con dos Volvo 260 electrónicos y que nos iba a permitir realizar el trayecto hasta Benidorm, que dista del puerto base en unas 30 millas en menos de hora y media. Una vez en Benidorm, buscamos una barra que hay en una zona de fondo variado posidonia, rocas y era una buena barra de más de tres millas de longitud y a 50-60 m de fondo. El mar, en principio, estaba bastante calmado aunque la previsión era de fuerza tres, cuatro a primera hora y bajando a dos, tres a mediodía.

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Empezamos a pescar a jigging a las 8.00 h con equipos ligeros y picaron algunas lecholas típicas de esta época del año. Santi nos demostró su habilidad a la que nos tiene acostumbrado con esta especie y es que tiene un movimiento de muñeca que siempre es el primero en coger las lecholetas. A pesar de no ser la especie que buscábamos, estuvimos un rato divirtiéndonos y realizando la captura y suelta de estos ejemplares, pues pocos días antes habíamos repetido la misma pesca y ya teníamos suficiente en casa. Poco a poco el tiempo fue empeorando, y a las 10.00 h entró un viento de levante que no nos permitía seguir pescando, pues el barco tiene mucha obra muerta por el fly y nos vimos obligados a cambiar de modalidad de pesca. En ese momento, empezamos con el curri de fondo pero por más que probamos no tuvimos suerte; más de 4 horas, un par de tocadas de fondo marino o como José lo llama “un par de peces roca”, hasta las 14.00 h, momento en que nos dimos un tentempié.

Cambio de rumbo

Justo tomando el café, y sí digo tomando el café y es que no tiene por qué estar reñido salir a pescar, con comer y tomar un buen café. Paró el viento y justo en esos momentos me fijé, gracias al plotter, que estábamos cerca de un seco o subida que marcaba la carta y, nos decidimos en vista del poco éxito del curri y que el tiempo ahora parecía sí permitirlo, volver a ponernos manos a la obra con los jigs.

Sabíamos que esos fondos tenían posibilidades. Las cañas que usamos eran dos Fin-Nor Ahab 20 lb y una Patton Ugly-Styck de 20-30 lb. Los carretes, dos Fin-Nor Ahab 20 lb y un carrete Fin-Nor Offshore. Éste último, aunque es más específico para curri de cebo vivo, tiene unas prestaciones que le permiten casi todo tipo de pesca, si se trata de grandes ejemplares. El hilo era Dyneema Halfa de 40 lb, un trenzado de espectaculares resultados tanto por su resistencia como por su durabilidad, es un hilo que se amortiza sin duda, pues puedes usarlo durante un largo periodo de tiempo con combates continuos y no sufre desgaste alguno. Para los terminales usamos fluorocarbono Hi-Seas de 60 lb, unas seis brazas y, por último, queríamos probar unos jigs largos, los Braid Tantrum y, que posteriormente, demostrarían su altísima eficacia.

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Una jornada de jigging providencial

Una vez dispuestos sobre el seco que subía de 70 metros hasta 42 y viendo lo que parecía una buena bola de pescado que, por su color intenso, prometía muy buenos augurios empezamos a practicar con más esperanzas que realidades, cuando súbitamente la puntera de la caña de José y, después de haber subido unos 10 o 15 metros, se sumergió en el agua violentamente provocando la sorpresa de todos. Comenzó a bombear sin parar y a recoger progresivamente sin dar cuartel al animal y temiéndonos que fuera un buen mero no deseábamos que se enrocara como nos había pasado en anteriores jornadas. Poco a poco, José fue ganando metros al animal hasta que finalmente nos mostró primero un par de bocanadas de burbujas que no aclaraban mucho su procedencia, para finalmente enseñarnos un precioso lomo de color añil intenso. Sin duda, se trataba de un bonito ejemplar de dentón que subía con la vejiga completamente fuera por la velocidad de la subida, con ayuda del gancho y, procurando no estropear el trofeo, lo cogimos de las branquias y finalmente lo subimos a bordo, dio un peso de 8,750 kg. Locos de alegría nos pusimos todos manos a la obra y, apenas dos minutos después, era Santi quien subía lo que a priori era otro dentón y parecía de igual tamaño a juzgar de las cabezadas que daba a mitad de camino ya que llevaba el carrete bien calibrado de freno las sacadas eran lentas y muy progresivas. Esto junto a la acción de la caña en su flexión continua, consiguieron subir de nuevo al bonito ejemplar a bordo. En esta ocasión era una pieza un poco inferior, pues dio en báscula 6.550 kg, pero en combate resultó similar a su hermano mayor.

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A veces los hay muy combativos y, posteriormente, no pesan lo que parecen. A estas alturas, la euforia se podía palpar entre la tripulación, ya fuera de la mancha en sonda, volvimos a ponernos justo encima pero esta vez no tuvimos mucha fortuna. Lo intentamos una última vez y, por fin me pude estrenar esta vez, con un precioso dentón de 5.450 kgs. Llegados a este punto, y a pesar de que la sonda todavía marcaba mucho pescado, decidimos dejar descansar la zona, ya que no hay que esquilmar las buenas señas y debemos tener el suficiente sentido común y dejar que los animales se puedan repoblar en las piedras que son buenas, ya que si las arrasamos tardarán muchísimo en volver a ser refugio de buenos ejemplares. Fuimos a buscar otras piedras cercanas, donde sabíamos que podría haber más pesca. Esta vez probamos en un pecio que se encuentra a 68 metros de profundidad. Nada más caer el primer jig, José se encontró de nuevo con la fortuna. Apenas había dado dos golpes de manivela y ya estaba batallando con otro dentón que, al parecer era de inferior talla a los anteriores, pero igualmente considerable. Con éste ya eran cuatro bonitos ejemplares los que llevamos a bordo. Casi con la decisión de terminar en breve, de repente, José y yo tuvimos una picada a la vez y antes de llegar a subir los últimos dentones decidimos que si los capturábamos, dejaríamos por ese día la pesca, pues seis dentones de tallas considerables era ya más que suficiente por un día. Además nos llevábamos dos buenas piezas por cabeza y eso era mucho más que una buena pesquera. Finalmente nos quedamos con un ejemplar cada uno y los otros tres los entregamos a beneficencia. Lo increíble de todo es pensar que en más de cuatro horas no obtuvimos ni una picadas y, luego, en menos de dos, nos hicimos con seis piezas de campeonato. Realmente, la actividad de los peces es algo que por mucho que se teorice no se puede llegar a explicar con certeza.

puesta de sol