Guinea y las Bijagos

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Un punto perdido del Atlántico nos deparó una jornada de pesca inolvidable. Nadie, sólo los guías, conocían la ubicación de ese punto, un barco hundido del que sólo afloraban las chimeneas de su sala de máquinas, sacudido por potentes corrientes y mareas… Un verdadero oasis.

 

Un oasis para el pescador, y no sólo porque aquí puede practicar las más variadas técnicas de pesca, sino porque puede perfeccionarlas obteniendo nuevas sensaciones: ¿Jig-Spin? ¿Spin-Cast? ¿Popping? ¿Twitching? ¡No! No se trata de un trabalenguas, sino de las posibles combinaciones que ofrece esta zona.

Dicen los sabios que lo bueno, si es corto o escaso, resulta dos veces bueno. Gran verdad. Por mi cuenta añado una pequeña conjetura, y es que si eso lo dicen los sabios ¿Quién soy yo para cuestionarlo o desmentirlo? Además, puedo apoyarlo con razonamientos lógicos, puesto que la experiencia vivida tras la visita a la zona denominada como “Las Chimeneas”, así lo confirma.

Lo verdaderamente cierto es que para llegar hasta este mágico lugar hubo que hacer frente a varios pormenores, algunas dificultades y varios excesos. Para los no pescadores se trataría de duros sacrificios, posibles riesgos inútiles y claros inconvenientes, cuando en realidad solo tuvimos que levantarnos a las 04.00 h y navegar de noche por zonas desconocidas, por espacio de casi cinco horas. Fue una auténtica aventura digna de repetir cuantas veces haga falta.

 

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Las chimeneas

No puedo hacer públicas las coordenadas de esta privilegiada zona por respeto a quienes viven de ello, por lealtad a quienes me llevaron allí, y también porque personalmente pienso que es un lugar maravilloso y único que hay que preservar pescándolo con conciencia, sobre todo porque es muy reducido y de recursos agotables.

Las chimeneas son eso, las chimeneas de un antiguo vapor embarrancado en medio del Atlántico hace decenas de años. Desgraciadamente y por lo visto, su capitán supo conducir el barco por aquellos peligrosos bajíos y arenales, donde según la marea podía tocar o rozar el fondo pero con el único peligro de las sacudidas, y como mal peor, quedar varado hasta la nueva marea. Lo que no sabía o con lo que no contó ese viejo capitán, es con un pequeño cúmulo de gigantescas rocas aisladas, esparcidas en pocos metros.

La colisión debió poner los pelos de punta a toda la tripulación, entre otras cosas porque la zona es azotada por fuertes corrientes y está sujeta a vientos periódicos, tormentas, etc, y quedar abandonados a su suerte con climatología adversa, quizás de noche y tan lejos de tierra, no debería ser nada tranquilizante. No sabemos qué sigue a esa historia ni cómo acabó, aunque teniendo en cuenta que es una zona tranquila suponemos que habría un final feliz. Ahora bien, lo que sí sabemos seguro es que el barco sigue ahí, enterito; que es de hierro, que descansa sobre rocas y entre bancales de arena, que su proa y su popa son visibles a simple vista, bajo el agua, y que sobresalen peligrosamente en marea baja y con la cadencia de grandes olas; que sus chimeneas emergen de unos diez a 15 metros por encima del nivel mar, según la marea, y que se vislumbran desde buena distancia, aunque al haber fuertes brumas y calimas a veces cuesta localizarlas a menos de dos o tres millas. Por lo demás y aunque los marineros hablaban de unos 200, mi opinión es que su eslora no llega a los 100, por unos 10 de manga. Además, el pecio descansa sobre un fondo mixto en donde predomina la arena, pero rodeado de grandes rocas, causantes de la colisión y de su lento hundimiento, aunque la proa se ve apoyada sobre una gran roca que posiblemente frenaría su deriva. En definitiva, un hallazgo.

Como comprenden, una zona así es un paraíso para la pesca deportiva, ya que conforma un hábitat único e inigualable para el desarrollo de varias especies, normalmente pelágicas y predadores, a las que se suman los grandes peces de roca, los nadadores de medias aguas y los reyes de la pesca en superficie. Es cierto que apenas tuvimos la oportunidad de sacarle un rendimiento medio, y es que al tratarse de un viaje experimental ninguno de nosotros íbamos lo suficientemente armados y preparados para lo que realmente nos esperaba… y nos hizo falta: o nos quedamos cortos, o nos pasamos, el caso es que esta zona requiere una pesca mucho más sencilla de lo previsto, debido sobre todo a la paz y tranquilidad con la que viven estos voraces predadores. En otras palabras, entraban con todo y de cualquier manera, y en ocasiones hasta sin querer, ya que muchas veces los mismos marineros pescaban a fondo pero a mano, con hilo, plomo y cebo, y lo soltaban para ayudar a alguien; al recuperarlo comprobaban que tenían clavada una hermosa cobia, una carpa roja, una cherna, etc.

Por otro lado, es indiscutible el poder que ejerce la marea a la hora de activar el apetito y la voracidad de estos peces. Es cierto que se pesca a todas horas, pero también lo es que hasta que no llega el momento clave los peces no son de la calidad perseguida ni de la especie más valorada. En marea muerta o descendiente, las abundantes rémoras (de tamaños enormes) no dejarán tranquilo a nadie, devorando cuantos cebos se echen al agua. Las jóvenes barracudas, agujas y carángidos de menor rango, también harán de las suyas, ahora bien, cuando la marea comience a subir, cuando la “morralla” desaparezca, cuando la superficie comience a hervir, serán testigos de algo que si no lo ven, no lo pueden creer.

 

Pesca a la carta

El término “pesca a la carta” es empleado en zonas muy ricas de pesca, capaces de cubrir con varios tipos de especies de alto rango y calidad, todas las modalidades de pesca. Es un término muy empleado por los guías y marineros que nos acompañan en los destinos de Quim, ya que Pescatours cuenta con aficionados que practican la pesca a destajo y de todas las maneras posibles. Se trata de influenciar a los guías con los gustos propios, haciéndoles cambiar destinos, aparejos, etc. Es decir, hoy quiero que me lleves a las rocas, cerca de las fuertes corrientes, a pescar únicamente el diabar con pez vivo y muerto, nada más… El marinero contesta OK y prepara el barco, la gasolina, la comida y bebida, aparejos, plomos, anzuelos, etc, y toma su GPS para emprender el camino. Otros van al tarpón exclusivamente, y otros, como Óscar, al tiburón. Lo raro es salir de pesca a larga distancia y una vez allí decidir qué hacer, sobre todo sin conocer el terreno o sin ver señales que denoten vida o actividad alguna.

En las chimeneas puedes pescar a la carta y sin moverte del sitio, ya que sólo hay que esperar a la marea y corriente favorable, para decidir entre un amplio abanico de posibilidades.

-a fondo en vertical con mucho peso y con cebo vivo o muerto

-a fondo en diagonal con menos peso y cebo vivo o muerto

-a medias aguas y superficie, sin plomo y a la deriva, con cebo vivo o muerto

-a fondo en vertical, a jigging

-a fondo en diagonal, con jigs más ligeros

-a fondo y en diagonal con crankbaits bien lastrados

-a medias aguas con señuelos de tipo singking

-a superficie con todo tipo de señuelos flotantes

-a popper y con paseantes

 

Las corrientes son tan fuertes que muchas veces, al lanzar los señuelos de cierto peso, de medias aguas, compruebas que son arrastrados a gran velocidad mientras se sumergen lentamente. Es un arma perfecta, ya que podemos dejarlos derivar hasta el centenar de metros, una distancia difícil de alcanzar, y comenzar a recuperar por un largo trecho hasta volver a lanzar. Les aseguro que las picadas, si se producen, no las olvidarán jamás, aunque hay que asumir muchos riesgos, ya que estos peces saben que el barco es su vida y al más mínimo peligro se dirigen hacía él para no salir jamás, al menos hasta que han logrado cortar el hilo con las aristas que hay por todas partes.

 

Las especies

La pesca de superficie ofrece grandes alicientes e importantes capturas, ya que alrededor del barco se mueven pelágicos de la calidad de la lecha, un pez muy común en todo el Atlántico y que cuenta con una gran variedad de especímenes, ofreciendo numerosas libreas. Otro de los más buscados es el jack crevalle, jurel africano, toro mexicano o simplemente carángido. Es muy fuerte y arrogante, y llegada la hora activa deja notar su presencia con desplazamientos rápidos, bruscos virajes y fuertes dentelladas al aire mientras persigue a las alachas y caballas. Las barracudas no pueden faltar en lo que es un verdadero “oasis” para ellas. Son grandes (más de 15 y 20 kilos) y muy voraces, más que las que viven cerca de tierra, ya que aquí tienen muchos más competidores y apenas dan oportunidades, lanzándose como un misil a por cualquier cosa que caiga al agua. Sólo después de atacarlo y hacerlo polvo se preocuparán de si es comida o no. Estas tres especies, con sus variedades, son las más habituales alrededor de las chimeneas, y están dispuestas siempre a engullir salvajemente cualquier señuelo que repose sobre el agua y sea movido de forma intermitente, con bruscos tirones.

Estas mismas especies siguen dando guerra a medias aguas, sobre todo pescando con crankbaits pesados con acción de hasta cuatro y cinco metros de profundidad. El contacto del señuelo con la superficie, cinco segundos de parada para dar tiempo a que el pez lo localice, y una recogida lenta acompasada con bruscos tirones, despertará la rabia de estas especies, a las que se suma la cobia, la serviola y algunas carpas rojas.

Por último tenemos la pesca de fondo, donde además de chernas, meros, cobias, carpas rojas y diabares, podemos clavar buenas y enormes corvinas, y también varios tipos de morenas, que son desdeñadas por marineros, guías y guiados, pero que al igual que las rémoras y según en qué momentos, no se pueden evitar. Hay enormes rayas guitarra, algunos tipos de tiburones y vimos pasar una raya–manta gigante, pero estas especies ya son víctimas de una pesca selectiva y aquí íbamos al bulto, sobre todo porque era un destino experimental y semi virgen para la pesca deportiva; porque teníamos poco tiempo para relajarnos, y porque nos sorprendió mal preparados. Sí, amigos, a pesar de los muchos avisos, nunca supimos valorarlo en su justa medida, restándole la importancia que realmente se merecía. Quizás sea eso lo que nos haga recordarlo ahora con tanto apego e interés. Una razón más para volver, como dijo más de uno.

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