Chopas, de técnica depurada y exigente

La chopa es un espárido que puede pescarse prácticamente a lo largo de todo el año, en fondos a partir de los 30 m hasta los 70-80 m. En cualquier caso -como todas las especies-, tiene un momento en el que es mucho más fácil encontrar grandes ejemplares concentrados en bancos numerosos, que suele ser a principios de la primavera (desde primeros de marzo). Este período de freza suele durar -dependiendo de las temperaturas medias del mar- hasta mediados de mayo, pudiendo alargarse hasta principios de junio, si la estación no es excesivamente calurosa.

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Si bien como regla general, la pesca de la chopa es en primavera, también pueden realizarse buenas pesqueras de grandes chopas «macho» a finales del otoño y principios del invierno, localizándolas en algunos puntos de un cantil submarino, en los que –curiosamente– no son fáciles de encontrar en la época que se presupone de freza, cuando deberían estar más concentradas y activas. Aunque sea una teoría sin rigor científico, esta circunstancia puede que se deba a que posiblemente sean sus «cuarteles de invierno» donde hibernan en sus cómodas «madrigueras» y cogen fuerzas para el apareamiento de la estación venidera, en que salen a buscarse la vida a otros lugares donde socializar y aparearse, y en los que confluyan factores locales y de tipo estructural, donde les resulte más fácil el apareamiento y la puesta de huevos que en sus «residencias habituales».

No obstante, las capturas de la época otoñal e invernal no suelen ser tan cuantiosas como las que se pueden lograr cuando están en su cénit reproductor en plena primavera, en que los grandes ejemplares «macho», de una tonalidad azul irisada, se agrupan para reproducirse con las hembras –de un color gris plata–, y custodiar los huevos, en una especie de nidos a modo de cráter de entre 30 y 100 cm que ellos mismos son capaces de excavar en el lecho marino, hecho que constituye una excepcional singularidad respecto a otras especies de la misma familia, y que determina en gran medida la posibilidad de encontrar lugares muy concretos donde se agrupan bancos realmente grandes en el momento clave.

Para muchos pescadores la pesca de la chopa es su preferida, ya sea por el gran tamaño de algunas de ellas, la técnica depurada y exigente o porque es posible realizar pescatas realmente extraordinarias, si logramos conocer los secretos de la misma. Además, es una pesca selectiva en la que, dados los hábitats en los que se dan cita, es posible realizar capturas ocasionales de otras especies que en muchas ocasiones son la guinda al pastel de una jornada inolvidable.

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 Aparejos largos

Se trata de uno de los trucos fundamentales para la pesca de las grandes chopas. La longitud del volantín y el grosor del terminal influye decisivamente para obtener buenos resultados.

A este respecto, un volantín excesivamente corto y con sus anzuelos demasiado juntos reduce notablemente las posibilidades de picada, puesto que, a diferencia de otros espáridos muy vinculados al fondo (pagel, dorada…), la chopa es un pez que puede despegarse unos pocos metros del fondo para comer, puesto que al no estar dotada de molares no tiene la tendencia a marisquear por el fondo que tienen otros peces de la familia Sparidae.

El pie que utilizamos para pescar la chopa es similar al empleado generalmente para la pesca a fondo con volantín, con algunas particularidades:

-Se aumentan las distancias entre los anzuelos, haciendo un pie bastante más largo, con el objeto de cubrir una columna de agua mayor, dada la tendencia de la chopa a comer ligeramente «despegada» del fondo. Si éste es demasiado abrupto, con las consiguientes posibilidades de enroque, se llega incluso a suprimir el anzuelo de abajo. Para esto es conveniente realizar camadas para 4 terminales, dejando el de abajo sin poner para evitar enganches. Al fin y al cabo, hemos constatado que el mayor porcentaje de piezas se obtiene con el anzuelo o anzuelos situados en la parte superior.

-Finura de la línea. Salvo raras excepciones en que comen muchísimo, hemos podido comprobar cómo las chopas se negaban a picar en un terminal de 0,40 mm, mientras no desdeñaban hacerlo en el de 0,33 mm. Esto supone cierto riesgo de roturas si clavamos dos (o incluso tres) grandes ejemplares simultáneamente, pero en cualquier caso multiplica las posibilidades de éxito y minimiza la picada tan desconfiada y sutil de la chopa. Como es sabido, ellas tienen tendencia a tantear el cebo con el morro inicialmente, y si éste es de su agrado, posteriormente lo ataca con confianza. Pero si en esa primera aproximación detecta el nailon, es posible que no vuelva a comer o lo haga con demasiado recelo. Y aunque pueden llegar a ser ejemplares relativamente grandes (hasta 2,5 kg), es aconsejable pescar con anzuelo de tamaño máximo nº 2, dado el tamaño pequeño de su boca en comparación con otras especies que alcanzan esas dimensiones.Chopa Ignacio 1,5 K (AVIZOR)

-En esas ocasiones en que comen tanto y tenemos ejemplares realmente grandes debajo, se hace conveniente sobredimensionar el aparejo.

-Hay que tener en cuenta que la chopa posee unos finísimos dientes que desgastan el sedal de la gameta, por lo que es fácil que nos lo corten si se embuchan, o por desgaste cuando ya hemos sacado varios ejemplares con el mismo anzuelo. Por ello, se hace necesario llevar un buen número de gametas con anzuelos atados, para ir sustituyendo los que vamos perdiendo durante la acción de pesca.

 

Los punteros

Otra clave para la pesca de la chopa son los punteros de las cañas de última generación (carbono alto módulo). Si bien éstas –mucho más sensibles y flexibles– son convenientes para cualquier especie que pretendamos pescar, se hacen absolutamente indispensables para la pesca de la chopa. La razón fundamental es que el primer y sutil «tanteo» de la chopa al cebo, puesto que éste sería prácticamente imperceptible con los punteros convencionales «antiguos». Con los modernos y sensibles punteros nos ponemos en guardia cuando la presa da su primer aviso, para –una vez la dejamos engullir– clavarla sin contemplaciones. Esta circunstancia nos ha llevado a acuñar el término «blandear la puntera», por el suave y blando desplazamiento que sufre la puntera en la picada inicial de la chopa, que nos pone a los pescadores en tensión para proceder al clavado posterior de la pieza.

El cebo

En realidad, la chopa no desprecia casi ninguno (sardina, alacha, calamar, lombriz, ermitaño, gamba viva, etc), pero hemos contrastado sobradamente que lo que realmente la enloquece es el langostino crudo. Y tiene una especial debilidad por la parte de la cabeza, donde se concentran los jugos y el ácido úrico (gusto coincidente con la mayoría de los humanos). Así pues, cuando intentemos pescar chopas, nada de desperdiciar las cabezas, pues quitando la parte de la punta y los ojos – mucho más dura-, ésta supone un manjar muy tentador para ellas. Si se diera la circunstancia de que no hay morralla también suele resultar infalible pelar el cuerpo del langostino, lo que supone un bocado blandito que –cuando están en pleno festín alimenticio– atacan saltándose el paso del «tanteo» previo. Y si hay presencia masiva de morralla en el punto de pesca, será conveniente poner carnadas grandes y sin pelar, que ya ellas se encargarán de succionar hábilmente, encontrándonos con muchos lances en los que subiremos los anzuelos únicamente con las cáscaras de los langostinos o proceder al licrado de éste para afianzarlo en el anzuelo puede ser una buena opción, aunque esto suponga tener que esperar si cabe más, para proceder a dar el cachete en aras de clavar la pieza.

 

imagen sonda fondoLos fondos

A las chopas les gustan los fondos mixtos, con preferencia por los lechos de limo, arena, y rocas, así como los escalones submarinos y los bajíos sembrados de posidonia, siempre en profundidades superiores a 30 m en ejemplares adultos.

Pero en su período de freza tiene querencia por fondos rocosos con lechos de arena alrededor, donde poder realizar la puesta y custodia de los huevos. Así pues, el macho excava un nido en la arena con la ayuda de su cola, de hasta un metro de anchura. Los huevos están rodeados de una sustancia viscosa, y la eclosión tiene lugar nueve días después de la puesta, período durante el cual son vigilados por los grandes ejemplares macho.

Al llegar al waypoint de pesca, es habitual detectar las chopas –si las hay en abundancia– como una densa imagen pegada al fondo. Una vez fondeados sobre el punto, y cuando éstas se ceban en el mismo, es habitual que esa imagen pierda densidad, en favor de una mayor altura en la columna de agua, mientras se están alimentando con nuestros cebos. Este fenómeno quizá pueda explicarse de la siguiente forma: La zona pegada al fondo, probablemente queda como lecho donde se depositan los huevos, custodiados siempre por algún ejemplar. Por ello, dada la densidad y el «tráfico» existente pegado al fondo, las chopas tienden a despegarse de éste para poder comer con mayor facilidad y así «desconectar» de sus tareas «paternales». A diferencia de lo que ocurre con la pesca de otros espáridos (doradas, pagel, etc), si estás pescando chopas y observas una mayor querencia por el anzuelo superior, es un síntoma muy bueno, puesto que con casi toda seguridad serán ellas. En ocasiones, no es difícil observar cómo devoran con rapidez los anzuelos superiores, dejando intacto el anzuelo rastrero, tanto más cuanto más largo sea el volantín con el que pescamos, como ya se ha expuesto.20160313_145239

La pesca de las chopas supone un gran reto para el pescador, y una modalidad que puede darnos grandes alegrías si conocemos sus claves y lugares querenciosos. Y si estos momentos se comparten junto a nuestros amigos y compañeros o con otros tripulantes menos habituales que, movidos por la curiosidad de las “batallas” que les contamos, deciden acompañarnos, se convierte en una diversión felizmente compartida. Es una modalidad primaveral, que podemos alternar con otras disciplinas desde embarcación, como el curricán de superficie, el brumeo en busca de grandes túnidos (bacoretas y atunes) o el curricán de fondo y/o jigging, spinning en busca de palometones y dentones.

Gastronomía

Puede que la chopa, en cuanto a gastronomía se refiere, no tenga la finura de la dorada, el dentón o el pargo. Sin embargo, su valor culinario no es nada despreciable. Puede considerarse un pescado con bastante sabor y una textura consistente –eso sí, algo seca–, que si se sabe cocinar puede deleitar a cualquier gourmet por exigente que sea.

Además, si conseguimos una pesquera abundante en su época de freza, podemos extraer de sus entrañas las deliciosas huevas (de las hembras -plateadas-) y letones (machos -azules-). Se da la circunstancia particular de que el tamaño de las huevas de las hembras –hablando incluso en términos absolutos– suele ser mucho mayor en comparación con los letones de los machos. Es fácil comprobar que algunas hembras que apenas sobrepasan los 300 gramos llevan la zona ventral “a reventar», con huevas de tamaño considerable en proporción a su tamaño. Por contra, los letones de los enormes machos -que sobrepasan con facilidad el 1,5 kg-, no suelen tener un tamaño proporcional al del pez.

Así pues, la chopa podemos cocinarla de muchas formas, siempre y cuando le aportemos elementos grasos a su textura seca, que mejorarán enormemente su textura y sabor.

Para conseguir esos lomos, que serán mucho más fáciles de comer (en especial para los niños), se puede proceder quitando la piel de la chopa, evitando así la farragosa tarea de descamarlas, consiguiendo unos lomos totalmente limpios.